domingo, enero 03, 2010

Saludo a los Barrios

Se termina el año, ya se terminó, todo lo que ha pasado ha encontrado su más esperado final en esta tarde hermosa en la que nada parece salir del todo bien. El sol en punta carretas no hacía más que mostrar sus gaviotas y sus patos y sus venteveos, todos volando hacia la izquierda. Mi corazón es una olla medio vacía donde gotean los orines de los dioses, encuentro la tristeza como una flor amarilla al costado de un camino nebuloso. Los relojes se han acabado de derretir a la sombra de un suspiro por todas aquellas cosas que no han sido y que probablemente no serán jamás. Sé que he abandonado este espacio. Se que he desperdiciado los minutos más preciosos de la primavera, suelto como una gaza al viento humedo, silencioso y apesadumbrado como todos las eras que pasaran cuando ya no esté, (porque sé que esto pasará, tarde o temprano).

Un año más es un año menos, eso es obvio. Para mí, para vos, para todos. Sin embargo no todo es tristeza en éste día ya que los números son un ciclo que asi como cierran se vuelven a abrir en forma de nuevas e inesperadas flores. Tendremos la oportunidad de encontrar en el camino de este nuevo año, todas las cosas que buscamos en los sueños, todas las palabras, las cosas y los sentimientos, que este año nos a negado. Afortunadamente, esto también es un certero anuncio de que el tiempo seguirá allí, un poco para nosotros, sí, pero sobre todo para ellos, los que vendrán.

Más allá de todas estas imagenes oscuras, que no condicen en absoluto con la virtualidad de ésta tarde celeste profunda y llena de preambulos cansinos, tengo un intenso deseo para todos y también para mí: Progreso sostenible.

Aunque no puedo negar a su vez, que siento temblar por dentro las paredes y las puertas desconchadas de mi espiritu y de mi cuerpo, que cada día, cada hora, cada segundo, toma fuerzas para lo que está por venir. Me encuentro, al igual que siempre, ansiosamente esperando el salto hacia el infinito desconocido que espera tras la puerta de ésta noche misteriosa y un poco triste. También debo confesarle al infinito (por más que ya lo sepa), que siempre me embarga una profunda melancolía en la noche de fin de año, no sé bien por qué, pero creo que es por el presentimiento de la eternidad, por el peso insoportable de los millares de almanaques despedazados que dulcemente recorren el cordón de la vereda, atiborrados de la vaguedad de cada uno de los días que amanecieron hasta hoy.

Estoy surcado en lo más hondo por las huellas de todas las mañanas que han pasado desde que volví de Valizas a comienzos de Enero. El frío insoportable de la madrugada del Sábalo, las canciones cantadas ciegamente, desafinadas, hechas con amor, con sudor y lágrimas de alegría. La lluvia, las tormentas, la sequía, las elecciones, la calle oscura que baja hasta mi casa, el sabor de los cigarrillos y del porro, mezclados en la boca con la amargura de haber perdido tanto y con la dulzura de haber sobrevivido y en una sola pieza, todo pasa ante mi con solemnre presteza y se abalanza para habitar el inaclanzable baúl del pasado. Veo pasar ante mí las fotos de las vacaciones, veo pasar ante mí los nubarrones congelados de Julio, veo pasar los besos de mi hijo, las caricias de mi madre, las letras, los dibujos en papeles que se han perdido para siempre en la inmensidad de un preterito imperfecto donde nadaba, donde reía y donde me resbalaba en el lodo de mis incalculables limitaciones.

Para redondear éste recuento anual y saludo a los barrios, quiero recordar y reconocer a aquellas personas que me han dejado una huella profunda en las doce calendas que han formado esta breve consecución de necesidades insaciables que comunmente llamamos año: a Rosario, al Señor N, a Natalia, Pilar, Carla, a Gonzalo, a Nicolás, Andrés, a mis hermanos del alma de todas las horas, Gabriel y Leonardo, a Danae y a Eduardo. A mi familia: Atilio, Laura, a mis seis hermanas (Carla, Tamara, Alejandra, Fiorella, Giovanna y Sofía), a mi abuela, a mi abuelos (que me dicen que el tiempo parece más largo cada vez) y especialmente a mi mejor logro, a mi mejor creación y a mi única esperanza sobre éste maravilloso desierto, la flor renacida de mi sangre, los ojos de mis ojos, las manos hijas de mis manos: Lucio.

Sabiendo claramente que muchos de ustedes jamás leerán esta carta, deseo, de igual manera, decirles que los quiero y que mi vida no tendría sentido sin ustedes y que son las caras que uno desea ver y las voces que hacen la armonía más perfecta después de un agotador día de gris rutina, atrapado sin escapatoria en las entrañas de éste hermoso monstruo de infinitas cabezas: Montevideo.

Felíz 2010!!