En esta tarde de mayo
oscurecida por una lluvia que canta contra los vidrios
el humo es de nuevo un amable dragón
que se disuelve.
La voz acallada de mi alma tararea
una canción sin nombre
de luna, de estrella y nubarrón
donde el silencio se escabulle por los rincones
y hasta la radio, siempre inmutable
parece levemente perturbada.
También la guitarra
en su dormitorio
sueña con sinfonías
y fogatas
y vino
y delirios de flores sombrías
que renacerán otro día
quizás por febrero...
Pero todavía falta.