miércoles, febrero 28, 2018

Birra en Las Palmas

Día oruga
Cielo lavado
Por relojes
Despiadados

La ciudad
Petrificada
Sueña con la luna
Por la madrugada

Montevideo antídoto
Montevido herido 
Por sus propios garrotes
De silencio y de olvido

Gente sin casa
Entre lágrimas deambula
Y un fervor de tormenta
Que con mi sangre circula 

Beberé un vaso con la suerte
En el bar Las Palmas
Y una huella perdida
Dejará su alma

Quedan aros de agua
En la cara de la mesa
Yo con mis dados
No esperaré su sorpresa

Porque es volátil
Su amor imposible
Hay que aceptar el dolor
De este sueño irreversible

Los espejos cagan su sombra
Mientras un coro de pájaros
Despedaza lo que queda de la noche
Para parir sin culpa ni alegría
Los cimientos de un nuevo amanecer.  

Voy a escuchar la misma retirada
Voy a dejar que acabe este carnaval
Y a suspender en mi diario
Las ardientes pasiones de esta espera

Única
Fatídica
Perversa
Errática
Y frenética
Por su propio augurio
Por su peso definitivo
En las vitrinas sin fondo
De lo aquello que mi corazón
Anhela. 

Cae la espada de canto
Sobre el rumor del cielo
Edificios melancólicos
Cubiertos de sangre-arena
En su ritual que por ahora duerme.

Quisiera poder tener su frialdad
Y perpetuar un silencio
Que olvide la playa que no vivimos
Pero soy un poeta del desamor
Y he aquí mi combustible:

Su resaca
Sus fragmentos
Sus dos alas de mar
Que se oponen
Y se enloquecen
En firmeza de cobarde

Dicotomía exquisita
Que es capaz de dar muerte
A lo que jamás ha nacido.

Podrían quebrarse las perlas
Podrían agotar su luz
Todas las estrellas de sus ojos
Y yo seguiría acá mismo
En el mismo tumulto
Del ya lejano día 0.

Se van todas las moscas juntas
Se van las golondrinas rechazadas
Se va la noche entre gruñidos
Que testifican polvaredas
Y abreviaciones terribles
Que tal vez no hallarán la paz.

Pero para qué explicar
Para qué poner en fila
Las mañas de los remolinos
Y el sentimiento incontrolable
De sostener su mano
En la Eternidad. 

Si en realidad nadie sostiene
Aquello que sostiene la vida misma
Y nadie quiere enfretar
Aquello que siempre estuvo en frente.

Entonces solo resta volver
Ir a casa y aguantar
La tormenta de su arrepentimiento
Para no caer sin retorno
En las negras aguas
De mi propia tristeza. 

Celebraré
Sólo y caótico
Ebrio y desfasado
Celebraré con asma
La antigüedad
Y la existencia
De aquello
Que siempre me encuentra. 

Celebraré la luna 
Y sus pétalos
Tan llenos de cerrojos. 
Para aguantar la noche
Con un leve ardor de humanidad.

Pero queda un vaso
Queda un aire somero y liso
Que va a demorar
Los nombres y las fechas
Y las edades del tiempo. 

Entonces tendre que decir
Madreselva
Proximidad otoñal
Voto perpetuo
Escándalo de dos solos
Que se buscan
Entre muros
Que son demasiado altos.

Sueño despierto
De visitar sus ojos
Y bañarme otra vez
    en su sonrisa.








Las Ánimas -15-

(capítulo anterior)

Azucar, un poco de canela y unas ramitas de menta que crecían salvajes aquí y allá en el amplio fondo. Con una espátula ancha paseaba la mezcla por la plancha bien caliente, cortando y machacándola, viendo con regocijo como los colores caralamelizan, cambian, empiezan a vivir entre los mates, las risas y el amparo del cielo imponente. 
  Cuando por fin estaba pronta, me percaté que no disponía de un recipiente apropiado para servirla. Apilé la anaranjada pasta sobre el borde menos caliente y en un trote llegué otra vez a la cocina. Mi tía Olga, de espalda, fregaba una asadera. Sus hombros se sacudían vigorosamente. En los estantes altos buscaba yo un bowl, de vidrio, en lo posible, para que el color de mis naranjas a la plancha se pudiese apreciar sin obstáculos. Sin voltear la tía me dice:
- En los de abajo, mijo. Aviváte!
- Y qué querés tía? Si me esconden los materiales...
- Che, nene. Vos seguís sólo, verdad.
  Su intervención me desplazó de inmediato del punto de concentración que traía. Mi corazón empezó a palpitar y la respiración se volvió dificultosa. 
- Deberías tener una compañera, Hernan. Es una picardía que un hombre joven como vos, viva para el trabajo nomás. Es mucha soledad...
  Salí tan rapido como pude, cada una de sus palabras atentaba directamente contra la muralla que protegía los restos de mi corazón, salí con el bowl de vidrio en la mano, volví al fogón donde los perfumes cítricos y el leve aroma de la canela, no acababan aún de desvanecerse. Valiéndome de la espátula, puse todo dentro del recipiente. Mi tía apareció detrás. 
- De tu novia, aquella, cómo era? Larita, no supiste nunca más nada, no?
- Nada, tía. 
- Y esta muchacha, la nieta de Alfonso.
- Valeria.
-  Valeria sí. No te gusta? Porque ella está loca contigo.
- Te dijo algo?
- Ay porfavor, nene!. Una mujer a mis años necesita muy poco para darse cuenta de esas cosas. 
  La tía sabía exactamente cómo hablar con alguien en medio de una reunión sin que nadie aparte de su interlocutor la escuchase. 
 Busqué en la familia una mirada cómplice a través de la cual, salir del paso. Rolo nos miraba y sonreía mientras mi padre y el suyo conversaban acaloradamentre. Desde distancia, parecía saber lo que ocurría. Levantó su mate como brindando. 
 Me estaba quemando las manos con el recipiente. La tía estaba parada entre la mesa y yo. Le pedí permiso, exagerando un poco el apuro. Se hizo a un lado. Aproveché la distracción para concitar la aatención de la familia sobre mí y les dije:
- No se le tiren arriba que está que pela. 
- Y el pan, Beíta? - gritó mi padrino, cuyo apetito proverbial era casi una insignia de la familia. 
- No me viste que lo termino de poner en el horno? Dios querido, estos hombres.- respondió Beatríz, divertidamente ofuscada. 
  La tía se acercó por detrás y me susurró al oído:
- No te creas que te vas a librar así de fácil. Hay varias cosas que vos y yo tenemos que hablar, antes que te vayas. 

lunes, febrero 26, 2018

Otra noche de liguilla

Volver tiene ese sabor
Natural, casi artesanal
Que gira en las plumas
Y en los fuegos del Teatro.

Vuelvo casi sin esa soledad
Que perdió con el cantor
Y también su fantasma me acompaña
Aunque la noche se haga pedazos.

Volver a entrar a este templo
Bien de al lado con la murga más linda
Tiene el sabor de todas las frutas
La magia de todo el humo
Y la sonrisa de un niño
Que soy yo. 

Ahora baten los tambores
Chorizos y pedazos de escenografía
Hacen firuletes entre la gente
Y yo acá, queriendo cumplir una promesa.

Murga magia infinita
Trucos de amor
Y un ruido de colores
Como abrazos
Como una noche con flores

Volver a estar acá
Bajo esta luna de carnaval
Tiene ese sabor...

Las Ánimas -14-


 Cuando salí al sol de la mañana el cielo colgaba celeste y limpio. Los chiquilines, con sus energías a pleno, habían vuelto a las andanzas. Corrían vociferando y en su movimiento, como de cardúmen, iban iluminando el fondo, dejando como un rastro su alegría. 
 Los adultos usaban shorts y chancletas. El pasto era verde y por supuesto, un humo perfumado recorría la brisa que andaba en el patio. Saludando, pasé por una mesa donde un tupper de cinco litros de helado, reposaba bajo un paño blanco a rayas rojas. Lo levanté y vi debajo, una masa grande, leudando bajo la sombra fresca de un paraíso. Beatriz lo había amasado. Llevaría unos 45 minutos de buen leudado. La masa se veía lisa y bien gasificada. 
  De inmediato busqué la proximidad de mi tía, que con un atizador en la mano, estaba parada junto al horno de barro. Cuando me acercaba la tía alza el atizador y con gran alegría grita: 
- Vení Bea, ensenále al nene cómo haces el pan de campo. 
- Buen día, tití. Ya andas entreverando. Era yo que le iba a enseñar a Beatríz a hacer el pan de campo. Me dormí y me ganó de mano. 
- Pero yo te voy a dar, atrevido.- Gritó Beatriz entre una risa y me azotó con el repasador que cubría el bollo. 
 El horno de barro estaba en la temperatura ideal para cocinar un pan. No hacía ni 10 minutos que estaba en pié y ya me encontraba prendido en otra aventura gastronómica. Junto al horno de barro, a unos 3 metros, la Tía se hizo construir un fogón; una excavación en la tierra de unos 60 centímetros de profunidad por acaso un metro de ancho, rodeado con piedra de granito. Tenía una pequeña parrilla rectangular hecha con varilla de 8 y sobre ella, la misma chapa con la que, la noche anterior, la Tía hizo sus peculiares y tan sabrosos panes. Las lenguas de fuego serpenteaban a los lados, dando la viva impresión de la más alta temperatura. 
- Andá adentro Hernancito y de la cocina, de arriba del aparador, traete un bowl grande que hay. El que tiene naranjas peladas. 
 Fui y volví tan rápido como pude, en la cocina me encontré con mamá que me dio los buenos días y al ver las naranjas preguntó:
- Naranjas? Que van a hacer?
- Ah! Ya vas a ver.
  Al volver al fogón la Tía me encomendó la tarea para poder chismorrear con beatriz junto al horno de barro. El olor de los cítricos mezclado con el del pasto pisado, flotaba junto al humo en el aire seco y lavado. Primero retiré un poco la plancha del fuego con la ayuda de un poco de diario. La traje hacia mí, apoyando uno de sus bordes en la tierra.  Estaba muy caliente. Me desentendí a un lado para dejarla enfriar y mi padre, siempre de los primeros en levantarse , me extendió un mate y esa media sonrisa suya que yo tanto había extrañado, sin terminar de darme cuenta del todo, hasta ese momento. 
-  Mermelada de naranjas no es verdad.- dijo papá. 
- Usted lo ha dicho, Señor Barbero. Goza de muy buena intuición, como siempre. 
- Bueno, apurá a estas viejas un poco que estamos todos locos de hambre. 
- Che, vieja. -  intervino mi padrino. - Manda a los chiquilines a lo de Gladys a comprar un par de flautas que tengo a los muchachos acá con el estómago lavado de tanto mate. 
- Dejá, padrino. Yo me pongo el cuadro al hombro y antes que le des otra vuelta a ese amargo, estamos todos llenos de pan hasta la gorra. 
 La temperatura de la chapa debería haber bajado un poco. Reventé las naranjas peladas sobre un buen chorro de aceite de oliva y una marejada de perfume me abrió el apetito de inmediato. 

domingo, febrero 25, 2018

Cumpleañera

Toda tu piel es mi bandera
Recuerdo todo al detalle
Te enrollabas ronroneando
Cuando eras un delfín
Con alas color de mar.

El sol te daba al amanecer
Como a nadie que haya visto
Tu sonrisa merecería
Todo un capítulo aparte.

Fuimos ladrillo y vino
Una vez
Cuando andaba el ventilador
Y me llamabas por teléfono
Para abrigar tu consuelo
En la enamorada claridad
De mis palabras.

Nos mirábamos
Y de todos lados salían tentáculos
Que eran como arroz
Como pólen
Como notas de una sinfonía
Incomprensible.

Yo fui abogado de nuestro amor
Fui escalera casi a prepo
Fui lo que tanto deseabas
Y no podías controlar
Fui la fuerza sin control
Que hizo temblar las raices
De tu necio amor
De niña ahogada por espejos.

Ahora sale el sol
Acá
En el Bar Las Palmas
Y yo sigo en vos
Aunque corras
Aunque te escondas y huyas
Aunque me niegues por completo
Sigo en vos.

Atravesé el dentado infierno
De las mil lunas sin nosotros
Masqué las horas de cartón
Paciente en mi reconstrucción
Canté y escribí un millón de retiradas
Para asustar con alcoholes
A los monstruos de la desesperanza
Que tanto asustaron
Y que finalmente
Quebraron su espada
Ante la nobleza supurante de mi amor. 

Porque bailamos
Porque aplaudimos
Porque frente a estufas nos dimos
Contra todo
Y espantamos los miedos
Por una mirada más.

Y al final
Como dice mi murga
"En una despedida
Todo vuelve a comenzar". 

Fuiste mi flor secreta
Prisionera de una histeria contumaz
Fui tu verdugo
Hijo de iras de Escorpión.
Fuimos el atajo para el sol.

La palmera
El verano
Una avenida
Repleta de chicles
Pisados y negros
Que no quisiste creer. 

Volvé a mí
Como dijiste una vez. 
Soy la arena más blanca
Soy la cocina con cantos
A las tres de la tarde
Tu milanesa de amor
Tu tigre de Bengala
Que arrodillaría a la ciudad
Por ver otra película.

Quisimos la eternidad
Detrás de cortinados y floreros
Te di mis dibujos
Una agenda llena de poemas
Y me diste una chalina azul
Que no tenía olor a nadie. 

Quisimos la eternidad
Y acá la tenemos...
Pronta, salvaje, inexplicable
Llena de balcones y de heridas
Para lamer la noche entera. 

Vení a mí
Después de todas las derrotas
Y comprobá que sigo siendo
Que soy eso que tanto te asusta
El rebelde milagro de amarte
Hasta la muerte. 


sábado, febrero 24, 2018

Épica de viernes imposible

Para M.V.T.

El amanecer lleno de pasos
Jaulas, mamaderas y legiones
Todo un mismo sonar
Un mismo esmeríl que serrucha

Solo esta serenata de bocinas
Acompaña la soledad de mi cerveza
Y hay una puerta herrumbrada
En una azotea de la calle Gaboto.

Ya arrancan las palomas
A herir con su navaja 
La blanca inmediatez del cielo

Reconozco mi cuerpo como un dolor
Una constante, como un filtro
Que atigra mis venas
Y empaña a su vez, otro dolor
Mayor, terible, carente de nombre. 

Arcadas pa todos lados
Sudor seco de lugares oscuros
Viento que apaga y que muerde
Pólen-hollín de una ciudad que repta
Hacia su muerte. 

Es necesario enunciar
Los mil destellos de esta Luna sin forma
Para que todos los fantasmas
Hallen su ruta hacia el desierto

Por los telefonos que no habrán de sonar
Por las catacumbas de mis palabras
Por este otro vaso, hasta arriba
Que ahora lleno y bebo y lucho
Y tranco y muero y vivo con unas botas
En jardines de cactus y de almendras.

Tira el verano sus últimos coletazos
Dragón con estupor de muchedumbre
Sale el sol tras las nubes
Insinuando pétalos por los balcones
Arrastrando huesos
De barcos naufragados en desiertos.

En las copas llenas de veneno
Arden rumores de peces negros
En nuestro silencio mueren cachorros
Hijos de venus y marte
Que jamás hallarán la luz

Porque las mujeres usan vestidos
Porque los hombres son traslúcidos
Porque la serpiente no es serpiente
Y todos los perfumes agonizan

Echan su humo los taxis
Abre sus brazos el día
Y yo acá en mi mesa
Me aferro a un hilo de luz
Como voy pudiendo

Quiero decir eternidad
Pero digo fracción
Digo plumaje
Billetes de tornasol
Que acusan marejadas.

Alguien desarmó mi cuerpo entero
Alguien que es nadie en verdad
Me ha robado sin dolo
Me ha varado en la niebla
Incapaz de sentir placer
Porque "No Es". 

Restará entonces, 
Sobrevivir a los pintores
A los negros somnolientos
A los casinos y a las putas
A todas las mierdas de este cielo
Qué por su propia magnit9
Jamás cesarán. 

No se puede volver del Rubicón
El agua viaja solo hacia si misma
La luz rebotará por siempre
Mientras un poeta
 sea capaz de desarmarla
Para dejar de querer entenderla
Y soltar de las garras del "porque"
La magia inanimada
De su alma infinita. 

Hormigas por laberintos
Dioses de ausencia
Que abatidos cantan
Y crean y dibujan rayuelas de sangre
Al son de azucenas y girasoles. 

Toda la violencia es una marioneta
Toda conversación, solo migajas
Cada moto, una mesa sin alas
Cada renacer, una redundancia
Que va y que viene
Hacia la oscuridad más suprema
Hacia un balance natural
Imposible de eludir

Algunos se llevan el mundo puesto
En arrebatos de sangre
Que suponen inmortal
Otros susurran cristalería
Y otros tantos solo esperan
Un tren que jamás ha pasado

 Se va la hora 6
Junto con los pibes de la otra mesa
Yo quisiera llegar en taxi
Aunque no haya dónde llegar
Mientras exista el tiempo. 

Las borrachas abren su expoferia
Y por sus piernas chorrea
Aquello de lo que escapan siempre
Yo he de ser una lancha
Que flota sobre augurios y presagios
Castigado y apaleado
Roto y descosido
Fúnebre y naciente
Hasta que el sol se apague. 

Me pregunto si habré de soñar
Me descuelgo una verdad
Que es barandal labrado
Para sacudir las alfombras
De mis museos clausurados. 

Espero una correspondencia
Frente a un buzón amordazado
Y se desmayan cientos de jazmines
La gente se reclama cosas
Se reprocha cebaduras y cigarros
Que una vez gozaron compartir

El tiempo vuelve todo gelatina
La distancia es lo que cada uno quiera
Los que andan en bici
Marcharán callados
Mientras se detiene un auto
En el que suena Joaquín Sabina. 

Debería ignorarlo
O al menos con esfuerzo
No hacer anotaciones al respecto.
Bebo otro poco
Prendo un cigarro. 

Ya tendré tiempo de maniatarme
Porque todo lo que chifla arde
Y nada es realmente lo que dicen
Cuando el camión de la basura
Se lleva para siempre los abrazos
Y las noches donde amamos sin techo

Nace el deseo de seguir hasta el final
Y la certeza que no hay final
Nace unaa duda presidente
Que embriagará a las rosas
Sin que nadie lo sepa jamás

Paso por las plazas
La busco escondido
En gambetas mal hechas
Que dicen al acallarse:
Pienso en vos. 

Vidrieras con dedos de championes
Ventales ausentes pegados
Gris de árbol joven
Y vidrieras en perpetua soledad

Quiero hablar de mi angustia
Pero hablo de cosas redondas
Que se devuelven a la fuente
Sin haber podido cantar.

Sé que barajo mis culpas
Sé que mañana trabajo
Sé que cantará la catedral
Y que la baraja, finalmente
Habrá de ceder al paraiso
De sus constelaciones prohibidas.

Te estoy mimando a vos
Cansado lector 
Que te acostaste en mis canciones
Te escribo a vos, eternidad. 

Ignoro la evolución de los sucesos
Ignoro la progresión que nos define
Ignoro todo lo que puedo
Para irme de este mundo
Con el alma abrillantada
De tanto caminar. 

Padezco una urgencia
De no desintonizar
Esta aurora de abetos
Y murciélagos.

Quisera estar sólo
Al menos un momento
Entonces me río
Adolorido
Y me respondo gratis
 "Quiero acostarme a dormir"

Pero falta una vuelta en bondi
Falta un cerrojo
Falta una gaviota inesperada
Que cierre el derrame
De una lucidez cagada a palos.

Ahora veo la escollera
Señal de parada técnica
Al menos por hoy



viernes, febrero 23, 2018

Las Ánimas -13-


  Cuando volví a entrar a la casa de mi tía, el aire tibio daba vueltas en un silencio igual al silencio que habita en cada final de fiesta. Definitivamente ahora sí me sentía borracho. Casi todos dormían. La casa era una construcción antigua de dos plantas bastante amplias. Tenía 6 habitaciones en total. La tía vivía sola, pero por una cosa o por otra siempre había gente en su casa, alguna mujer separada, algún pariente de pasada, niños que iban por el fin de semana. Esta vez la casona rebosaba de vida durmiente. Pensé en mis hermanas, Martita y Flor, que en un gesto adolescente, aún con la meada pertinente de papá y mamá, se daban la gran vida en Santa Teresa, prefiriendo el océano, la blanca arena y su barra de amigos antes que el verdor de la sierra, el cordero y la casa de la tía. No las podía culpar, por un momento, antes de caer desplomado en un sofá cama ubicado en el amplio living, también yo hubiese preferido el inmenso parque nacional, antes que aquella proximidad del alba, en la que la brisa casi estática del aroma de Valeria, me dejó doblado en un desamparo inusitado. A la buena de dios en medio de su tormenta de sonrisas bajo infinitas estrellas. Estaba exhausto, el regreso, los abrazos y la infinita cantidad de comida, el vino, los ojos azules de mi tía Olga cargados de amor y de tiernos reproches, viaje en barco, la peatonal Pérez Castellano, el viaje en bondi hasta la sierra y los deliciosos cogollos, no fueron más que un preámbulo para el golpe de gracia que me asestó la aparición de esta figura olvidada de la adolescencia, que venía con inocencia pero también con evidente determinación, a quebrar con aquella etapa de mi vida. Me dormí sumergiéndome en el vapor de su joven recuerdo. 
  Como era costumbre no pude dormir mucho, a las 9 de la mañana empezaron los primeros movimientos y con ellos mi instintiva reacción de tirarme de la cama. Ésta vez desperté creyendo estar en mi apartamento de la calle Boulogne Sur Mere, a dos cuadras de avenida Córdoba, donde el tránsito aflojaba un poco en medio del constante enjambre de motores que es Buenos Aires. Si será arrolladora la fuerza de la costumbre que mi primer pensamiento al despertar, incluso antes de darme cuenta que estaba en la sierra, fue hacer el pedido para cocina. Una risa aguda, más allá del fino telón de mi entresueño fue lo que me devolvió a la realidad que habitaba. la risa de mi primo Rolo. Me tiré de la cama, me puse los mocasines y la remera (dormí con la bermuda) y me levanté rumbo al baño mientras la risa de la tía le respondía ahora a Rolo y la mañana era una flor celeste inmensa. Ni imaginaba yo lo que me deparaba aquel día de verano. 

Incompleta

Murga que se insinúa
En las ventanas
Que aún no han abierto.

Vuela la madrugada
En el despliegue
De tu pamento

Canto de gente loca
Pregón y embrujo
De un dios pagano

Risa y ardor y luna
Que se repite
A cada momento

No me sueltes nunca
No te apagues más
Que el don de tus vuelos
No de marcha atrás

Porque no te cansás nunca de juntar
De hacer de mil lugares un solo lugar
Murga melancolía de soñadores
Dame el placer sagrado de tus sabores

Amanece y canta
Siempre se levanta
Juego de una plaza
Que no muere más

Por las azoteas
Y por las veredas
Murga golondrina
Beso de una esquina

Brisa que va inventando un nuevo ritual
Arte de despertar de la bacanal
Del cielo al infierno
Musa del invierno

Regalo de Abril
Sombra de perfil
Tu antigua llevada
Con la voz gastada








miércoles, febrero 21, 2018

Punto de cristalización

Campanadas
Brisa
Eterna bacanal
Un dolor
Que siempre suena
Como cristales al viento

Se corta la música sola
Como aquella vez
Pero ahora sin eventos
Solo ardor
Solo pulmón
Solo un millón
De minas con vaqueros rotos
Que se parecen demasiado.

Va de vuelta...
El pucho rebota
Sangra una paz
De aguacero cansado

La madrugada
Toda hecha con túneles
Donde mi deseo es único
La vida va doblando
En curvas de niebla
Prevalece un gusto de romero
Madreselva y jabón de jengibre
Que acuna dados sin forma.

Y cunde el carnaval
Como una ninfómana
Como un juego de sirenas
Como una flor de todos los colores
Como la fuerza de cada cantor
Cunde el carnaval
En todas las esquinas
Del silencio. 

Sabemos dejar canciones
A cambio de algún aplauso
Alguna risa que acusa el viejo hechizo

Con alas gigantes
Con guantes blancos
Manchados con vino y cigarro
Se trata de una pantalla
Que proyecta sueños sobre el cantegril
De la humanidad. 

Intrépido
Crepitante
Absorbente
Borracho de sueños
Que nunca se cumplen

Veo un libro volando
Veo una falla en el candado
Pero en realidad solo hay una mosca
Gigante
Que devorará al final
A todas las marionetas. 

Me quedan 3 vasos de cerveza
Y el corazón arrebatado

Frutas de plástico
Que celebran el paso de las eras
Soldados con guillotinas
Que se pierden gran parte
De la trama. 

Voy quemando ruletas
Y hay pila de lobos salvajes
Que andan distraídos
Paseo en una sombra
Derretida
Casi insípida
A punto de cristalizar
Siempre. 


Mi arrogancia es esto

Brindo por ella en la mesa de siempre
El amanecer se demora en vasos
Mientras el humo del pucho
Baila en círculos, casi ajeno a mí. 

La verguenza de los edificios
Su tierno amor de cemento
Y esta brisa casi inmóvil
Es lo único que se mueve
En este triángulo de concecusiones
Que me traen siempre
A este mismo poema
A esta almendra friolenta
Que jamás termino de escribie

La noche tiene la forma de una momia
Yo soy una cortina que oculta mi espalda
Una bobina, una bujía, un búho de metal
Que persigue señales sin salidas.

No hay velocidad ni lentitud
En los balcones donde se ha borrado
Su jazmín. 

Las piedras sospechan
Que la vida existe todavía
Detrás de todo este cartón
Saben las olas dormidas
Que la vida tiene gemas 
Perlas inmensas
Que aún no fueron exploradas.

Un reloj de terciopelo
Denunciará a la avenida
Y su transformación de oruga.
Yo creeré que aun es temprano
Pero me figuro que tal cosa no existe. 

Receptáculo de misterios infinitos
Con mi tos voy a espantar a un cuervo
Y bajo el cuidado del mar indiferente
Le pondré el pecho a otra batalla
Para que nada ni nadie se detenga

Hace días que no me río
Aunque no sea cierto. 

Dejaré en mi tumba una flor
De papel glacé
Y en la escupida del viejo rengo 
Se irá otra madrugada sin su abrazo. 

Allá va un taxi siempre vacío
Ahí viene otra vez la vida...

Entidades roji-negras
Serán todo lo que quede
Después que ella se duerma

Habla a los gritos la realidad
Y todos los parroquianos
Escuchan el motor de una heladera.
Pero yo leo en la veta de la madera
La renuncia que jamás me encontrará

Dios es un perro sucio
Que suele pasear por esta calle
Upasar por Las Palmas
Pero no ésta noche. 

Fundiré este cuchillo
Para hacer con su metal
Una cometa de tormenta
Que cruce lo desconocido
Para llegar a su cama
Y con manos de perfume
Decirle que la quiero. 

martes, febrero 20, 2018

Las Ánimas -12-

- No extrañabas esto cuándo estabas en el exterior? - pregunté tras un suspiro, bajo el inmenso paño bombé de la Sierra. 
- Muchísimo. Pero no me gusta hablar del pasado. El tiempo es esto, solo esto, acá y ahora, entendes? - me dijo sin mirarme, ausente en su contemplación.
- Es cierto, pasa que yo me aferro mucho al pasado. Un problema que tengo, claramente. Vivo mucho de lo que ya pasó y pila de veces me quedo como anclado a un evento, por lo general triste, pero algunas veces alegres también.
- No lo hagas más. Date cuenta esta belleza, boludo. - de izquierda a derecha con la palma hacia arriba, Valeria describió un amplio gesto, llenando con el perfume de su piel el aire que a mi me costaba respirar. - Por más que el cielo sea infinito, que las estrellas tengan miles de millones de años, esta foto, este momento es único, no se va a repetir jamás... ta salado, no?
  Se hizo un silencio. Tomámos de las copas, los taninos abundantes y poderosos le dieron al momento, un golpe de efecto que lo hacía realmente memorable. Aunque me costase admitirlo, por primera vez en años estaba en paz. El silencio se hizo más hondo, ni un grillo, ni una rana, ni un tucu tucu, ni siquiera un ternero perdido se atrevió a alzar la voz en aquel momento de máxima belleza. Mirabamos el cielo. Una larga estrella fugaz lo surcó brevemente. 
- Mirá! Qué te dije? - y se rió aplaudiendo como una niña feliz.
- Sí!! La vi, la vi. Qué bárbaro!!
  El destello pareció reanimar el ámbito sonoro de aquel mundo en el que Valeria y yo nos sentíamos inusualmente cómodos. 
  Después de eso hablamos largo y tendido sobre temas mundanos. Su charla se me hacía encantadora. Sabía escuchar y la vez respondía siempre con alguna ocurrencia. Estábamos sentados a unos 150 metros de la casa de la tía, justo al final de aquella calle empinada en dónde literalmente se termina el pueblo. Más allá era todo distancia, profundidad, lejanía y ahora sí, grillos, ranas y algun respolido perdido de alguna yegua trasnochada. 
  En aquella penumbra solo eran visibles los contornos de su rostro y la luz de las estrellas rozaba con gentileza sus mejillas. Sonreiamos mucho. Fue interesante que en ningún momento hablamos de nuestros problemas ni de nuestras historias personales, ni de trabajo o preocupaciones. Era una conversación distendida y fluida sobre temas para nada personales. 
- Es un mundo de puta madre, este. 
  En eso sonó una bocina, el sonido no podia venir desde otro lado que de la casa. 
- uy! Son mis amigos que ya se van. - dijo ella parándose con agilidad de gata jóven. Intenté imitarla pero la cantidad de vino y marihuana que circulaba en mi sistema, sumado por el disparate de comida que ingerí, dificultó la tarea, provocandome bufidos y resoplos. Ella se rió y me dio un beso, saludándome.
- Casi seguro mañana nos veamos. - me soltó cuando bajó la pendiente en un trotecito que fui incapaz de seguir. 
  - ojalá que sí!!! Nos vemos!!
Suspiré y con la botella y ambas copas, volví a la casa a paso lento. El peso de todas las emociones que atravesé en la última semana, se desplomó finalmente sobre mis hombros en la forma de un cansancio casi sobrenatural. 

A tu salú!

El alba labrada
Gancho, gancho, gancho
La camioneta del día
Desbarranca
Finalmente

Y todo lo que queda es agua
Murmullo, invasión, desvelo
Misterios que aparecen de la nada
O donde siempre. 

Cotorras y ventevéos
Arrugan la hoja de la mañana
Con un cantar provocativo
Mansamente revolucionario.

Pasan por la rambla
Como flashes
Espinas y fervores
Imposibles de negar.
Vuelan los pétalos del tiempo
El reloj, un ciego brujo
Que aniquila siempre
(menos hoy)

Cómo podría sacarte
La murga de la cabeza
Si sos toda carnaval
Y madreselva
Atada en ríos dicotómicos
Que a la larga mueren en mí.

Quién espantará al último cuervo
Quién con alas de gigante
Puede asar los engranajes de esta duda
Si todo lo que tengo es este abrazo
Demorado entre correos
Y juegos un poco peligrosos. 

Llegará a tus ojos este fuego
Bailará entre finales perpetuos
La risa extraña de este amor
Alucinado. 

Malabaristas
Fieras de un circo de ficción
Reyes de la nada
Con glorias de cartón
Caminantes que se buscan
Despacio y por la orilla.

Dejaré siempre en tu balcón
El último ramo de violetas. 

lunes, febrero 19, 2018

Las Ánimas -11-

 Puedo decir que los primeros 3 meses de Serrana fueron de los más oscuros de mi vida. Miguel fue mi principal soporte en todo momento. Se esmeraba día y noche en distraer mi atención, delegando en mí una innumerable cantidad de tareas respectivas al bar, mientras él, sin hacermélo notar, se encargaba de asuntos de los cuales ni siquiera conocía yo de su existencia. Todas las mañanas despertaba creyendo estar en mi casa de Montevideo, mi pequeño pero cálido apartamento en la aduana. Chapaleaba en las fangosidades del mediodía, cubierto con la gelatina demasiado cruel de una nostalgia prematura. Entonces Miguel me llamaba y me encargaba cosas, traé dos cajas de copas de cristal; tenés que negociar con el proveedor de carne; pasa por lo de Vargas y encargale cuatro cajas de Beefeater; no te olvides de ir a hablar con la contadora por los dos pibes nuevos. En todo ese trajín hallaba la distracción que me impedía caer en el abandono, en la desidia y en el arrepentimiento. Cualquier momento del día en que mi cabeza estaba ociosa, pensaba que todo fue un error, una mala decisión, que lo mejor sería tomar mis pocas cosas y volverme a Uruguay, a refugiarme lloroso y avergonzado, en los brazos de mi tía. 
 Pero ahí estaba Miguel: -ponéte a elaborar, hijo de puta que esta noche nos van a romper el orto en el servicio. 
Ahí comenzaba a cortar, a filetear, a probar, en el reflejo místico de los fuegos de Serrana se escondía la receta de un alivio que tardó casi 4 años en cocinarse. Fue entonces, aquella noche de verano en la Sierra, que mirando las manos de Valeria llevándose los restos de la torta a la boca, me encontró el sosiego que tan esquivo me había sido. Cuando pude ver a Valeria y sentir cosas por ella sin que esas cosas me recordasen inmediatamente a Lara, recién ahí, pude respirar y decirme "ya pasó". 
- Hernán, vos estás Borracho.
- Cómo? No. No, no. Me había quedado pensando.
- Sí, pero dejaste la canilla abierta hace como 2 minutos y ni mutaste.
La cerré.
- Sino estás borracho, -prosiguió ella, con una bellísima sonrisa de madrugada y fiesta- cazá una de esas botellas tan elegantes y vamos a tomarla al pastito ahí en el frente, querés?. Seguro que vemos alguna estrella fugaz. 
  Sí estaba bastante alcoholizado, pero el impacto generado por la inesperada invitación me hizo volver a la sobriedad en un instante. Busqué con buen tino una del premiado Tannat 2015 y la encontré, hábilmente y con estilo, la descorché y tomé dos copas de cristal del aéreo sobre la pileta y con la botella en una mano y las dos copas en la otra, salimos. Era una ocasión especial.

domingo, febrero 18, 2018

Sólo

Mierda en televisión
Rutas colapsadas
Marrón fuego
Verde de alma casi ciega
Patio adormecido
Entre penumbras

Levanté la vista
Para ver la noche
Y ya es de día.
La ciudad una ciruela
Mi pena una tuna
Su sonrisa una creencia
Mía.

"Caminar
Ir por ahí
Viajar
Sin tener 
Un destino"

Los gajos de la luz
Son como mariposas
Que gritan inundaciones
Hasta que el sol se apague.

Tengo tantas banderas
Que no tengo ninguna
Más que mi amor
Por la "aparecida".

Milonga y barrote
Pincel y enemigo
Sol rastrero e impersonal
Que arranca a trepar
De manera irreversible
Y yo lleno de rosas
Y de telarañas.

No quiero escribir lo que quiero
Sino que lo que yo quiero
Me escriba a mí.

Soy una monja de nadie
En un claustro hecho de esperanza
Y de recuerdos.

Fotos de su piel y su cerebro
Llenan la jaula de mi poesía
Y parece que el poder de la palabra 
Fuese relativo
Aunque no lo es. 

Las lucecitas de colores
De 18 de julio.
El plato chato del agua
Colgado en la rambla.
Yo.

Y ella. 
A toda hora. 
Solo ella
Y el dolor
De mi codo. 

viernes, febrero 16, 2018

Las Ánimas -10-

- Es una torta espectacular, dijo Valeria.- el único problema es que te da tos.
Me reí. La guacha evidentemente quería hacerme entrar y sabía cómo. 
- Me asustaste, lo que pasa. Te me parás atrás y me hablas así, que queres?
- Un pedacito de torta.
- Eh?
- Que quiero un pedacito de torta. Queda?
- .. Sin escupir? Mmh, creo que no. 
- Qué asco, Hernán. Bueno, no importa. 
  Avanzó por la cocina hasta la mesada, muy cerca de mí. Con una mano se recogio a un lado, el rojizo cabello castaño y una oleada de su aroma me llegó, envolviéndome. Quedé como petrificado mientras mi corazón latía fuera de sí. 
   Hacía mucho tiempo que me refugiaba en mi trabajo para no enfrentar los fantasmas del pasado, ni los pulsos erráticos de mi sistema circulatorio. 
  Estuve 2 años en pareja antes de abrir Serrana. Lara era una amiga de Miguel, en verdad una amiga de la mujer de Miguel, Carolina. Nos conocimos la tarde que llegué a Buenos Aires, Miguel, Lara y Carolina me esperaban en Córdoba y Pueyrredón, para que, antes de llegar al apartamento, nos echáramos una buena borrachera. Fuimos a éste boliche, Fatal. Recuerdo la inmensa sensación de desamparo que se mezclaba con la férrea determinación de mi voluntad. Recuerdo ir perdiendo las correas de mi mutismo a medida que las botellas de cerveza iban y venían sobre la mesa. Recuerdo sentir en los ojos de Lara, la contención y el entendimiento que yo necestitaba para validar la osadía de irme de mi país, de mi familia, en busca de la realización de mis necesidades profesionales. Lara era morocha, maternal, loca y tenía una capacidad inagotable de hacer el bien y de dar de ella todo y más, por cualquiera que ella considerase merecedor de su infinita bondad. Esa noche fui yo, y durante los siguientes 2 años, su proyecto preferido, el receptáculo idóneo de su increíble capacidad de amar y de cuidar. Lara se fue a vivir a Madrid de forma casi imprevista, dejándome varado en mitad de mi gran momento: Serrana. 
 Demasiado tiempo tardé en reconfigurar la sangre de mi corazón. Casi todo había perdido su sentido. Lara me había ayudado a preparar el menú, a seleccionar la paleta de colores y la vajilla del nouvelle restaurant, su sello estaba en todas partes, pero una mañana de Abril, Lara se fue... Y nunca la volví a ver, jamas. 

jueves, febrero 15, 2018

Volar

Hay en este mundo
Hay una letra que me transforma 
Una cantidad exacta de palabras
Que me hace estremecer
Y un momento único
En que provocan un efecto máximo
En la manserumbre de mi arroyo
De fotos y perfumes.

Hay una cabeza
Misteriosa y secreta
Que habita la misma noche que yo
Y que sabe con precisión
Cómo deja de funcionar mi cerebro.
Por eso la quiero.
Por que con su demencia
De lágrimas y fiestas
Logra recordarme
La mortalidad
Y el poder de las canciones

Creo en ella
Tengo que creer.
No me importa
Cuán temerosa
Cuán caprichosa
Artera o estratega
Que pueda llegar a ser.

No me importa 
Que busque en otras barbas
Lo que siempre estuvo en la mía.
Porque en mi oferta no hay relojes
Ni tapias, ni tumbas, ni dolores
Solo mi amor
Más refinado
Manchado con el hollín
De la civilización.

Por ella mi pony espera el alba
Por ella mi noche no tiene luna
Y sólo a veces
Puedo mirar el mar.

Antes de dormir deseo
Ser mi mejor versión
Para ella. 
Cuando despierto
Busco en mi cama
Su estela de humo
Una gota de su perfume
Y encuentro una poesía
Que es casi inexplicable. 

No puedo hacer más que agradecer
La suerte misteriosa
De compartir tiempo y ciudad
Con su sola posibilidad
Y tener la idea de sus ojos
Haciendo hogueras por mi cuerpo
Me hace un ser especial
Para quien no existen ultimimidades..

"Porque tuve la suerte
De acariciarte..."
 Hace demasiado tiempo
Que ella es la interrogante suprema
Que es inicio y fin de mis deseos de hombre. 
La quiero. Aunque me duela.
Porque me hace real,
Falible, denso, ligero
Luz y sombra
En esta planicie de jueces desalmados.

Le doy las gracias también
Porque con ella aprendí
A ser más dueño de mí
Y todas sus palabras lacerantes
No han hecho más
Que hacerme dar pie
En el bravío tumulto de mi esencia. 

Volar

martes, febrero 13, 2018

Las Ánimas -9-

 Yo era un pez, flotando sin rumbo en la noche de enero. Me paré para irme acostar. Al pasar por la cocina, necesité aproximarme a lo que quedaba de la torta. Abrí la heladera y saqué un plato plástico circular con una tapa transparente. En verdad nos la habíamos devorado casi toda. Tenía tres bizcochuelos montados, uno cuadrado, uno circular y uno triangular. El fondant en tres tonos de celeste llevaba vivos blancos de estilizadas formas, a veces destacando con notas de amarillos y dorados, y pequeñas pelotitas plateadas que hacían juego con los grandes números que ahora seguramente la tía ha guardado en su cómoda, envueltos en una servilleta. Los bizcochuelos, con un presente sabor alimonado, estaban muy esponjosos y tiernos. Había humedecido el primero con gran cantidad de almibar de naranja con un toque de Gin, el segundo con almibar de jengibre y el tercero con almibar simple. Era un detalle, pero junto con el delicioso relleno (crema batida con frutillas, moras y arandanos reventados), era una verdadera obra de arte. 
  Ahora quedaban solo unos pocos restos y un cuchillo tramontina con un monton de torta pegada, usándolo levanté un pequeño cumulo de bizcochuelo y pinché un triangulo de fondant celeste y me lo comí. Suspiré al recordar la misteriosa figura de la amiga de la familia, sus brazos firmes, su cabello rojizo pero castaño. Sus ojos casi ámbar. Ataqué un trozo más grande y lo comí con fruición. No podía ya, aunque quisiera, recordar a la adolescente retraída y flaca, con ojos de pánico. Sino que podía solo imaginarme su rostro a un brazo de distancia de mi cuerpo, agitando su desnudez sobre mí, el cabello derramado y acaso los ojos un poco dados vuelta. Me mordí el labio y pude sentir con claridad, cierta actividad en mis pantalones.
 -Vos sos Hernán, no? - sí, era ella, detrás mío.
  Giré, con la boca llena y sorprendido. Al verla parada en la puerta, tosí atorándome y escupiendo una cantidad de migas. Me tuve que volver hacia la heladera para toser e intentar no morir asfixiado por la torta de cumpleaños de mi tía. Ella se quedó todo el tiempo con su antebrazo apoyado al marco de la puerta. Afortunadamente pude controlar el acceso de tos y recobrar el dominio de mi diafragma, pero mis ojos lloraban y las palmas de mis manos estaban llenas de migas a medio masticar. Minúsculas trazas de fondant celeste. 
  Fueron unos 25 o 30 segundos de una vergüenza como sentí pocas veces y además, una verdadera lucha por la vida, ya que me aterró momentáneamente la idea de ponerme morado y que la gurisa me tuviese que socorrer de la muerte. 
- Qué garrón, disculpá.- dije mientras me lavaba las manos en la pileta y de paso me pasaba las manos mojadas por la cara. Tenía que cambiar la pisada. Reagruparme espabilando.
- Ay, estás bien? - respondió Valeria, conteniendo con éxito la risa. 
- No, no. Bien, bien.
- Cómo te va? Mucho gusto. Yo soy Valeria la nieta de Alfonso. - se acercó a mí y su aura de pétalos dorados me pegó en el hígado. 
  Nos dimos un apretón de manos y un entre-beso que fue también incómodo. 
- Mirá vos, la nieta de Alfonso, no te reconocí.- le dije mintiendo de manera flagrante e innecesaria. 
- Yo también, no sabía si eras vos, ustedes son todos también medios parecidos, no?
- Estuviste viviendo en el exterior vos, no es cierto?
- Sí pila de años. Vivíamos en Italia, en Génova. Vos también podes sacar la visa, creo, nosotros porque papá, Bertolini, el abuelo era de Verona y la abuela, la abuela no, creo que era portuguesa. 
- Mirá.
- Ah! La mina que te contaba la historia de la vida, no?
- No, no, para nada. Al contrario, soy fan de La Historia de Mi Vida. Yo soy Hernán y hace 6 años me fui a vivir a la Argentina. Hoy es mi noche de reencuentro con la familia
- Tipo programa de radio. La Historia de Mi Vida!!!
- Hola sí, tengo una llamada, a ver: "La Historia de Mi Vida es muy triste, soy hincha de Nacional. 
- Hola sí, La Historia de Mi Vida? El programa está buenísimo, no cambien nunca. Saludos para la gente de Penadoy que este año se quedan sin Libertadores otra vez. 
  Me reí de mala gana porque jamás me esperé una respuesta tan adecuada. Por supuesto me rompía las pelotas que Peñarol haya perdido en el Campeón del Siglo, 3 a 1 contra Cerro Porteño en la ida del primer partido por octavos de final. La salida del aurinegro de la competición era ya casi un hecho. 

Las Ánimas -8-

 Tomé un malbec 2016 que estaba junto a otros vinos dentro de un canasto para frutas en un rincón de la cocina. Valeria seguía de espalda con Beatríz. Asentía con interés a las indicaciones de la repostera. Quería hablar con ella, pero no encontraba un pretexto, no hubiese podido sacar ningún tema sin revelar mi auténtico deseo, ver de más cerca sus labios y sus ojos, en qué se convirtieron después de tanto tiempo. Me venía a la cabeza el comentario perdido que había estado en el extranjero. Dejé de verla varios años antes de irme a Buenos Aires. Me preguntaba qué edad tendría ya. Acaso 25..? En ese caso le llevaría 10, lo cual no me parecía ningún impedimento para... Ni siquiera como para que los comentarios venenosos nos llegasen a alcanzar... O sí, más bien que sí, los comentarios venenosos siempre me llegaron a alcanzar.
-Eh...- dijo Rolo tocándome el hombro.- Te vas a quedar mucho tiempo con esa cara de paloma?
-Calláte, tarado. No ves que estoy buscando un cenicero.- mentí, pero agarré un cenicero que estaba en un aéreo. 
- Perfecto! Otro cenicero para el señor. Volvemos entonces?
- Te comí en dos panes. Te dejé salir primero para ver si sorprendías y te tuve que alcanzar.
- Dejá, primo. No corres ni perseguido por los milicos. Sos un sinvergüenza. 
  Ninguna de las dos mujeres pareció prestarnos atención. Comían con la punta del cuchillo, algunos pedazos celestes de la torta reventada. Las piernas de Valeria, dentro del vaquero clarito tenían la forma del paraíso y su cintura, alta y delgada, aunque bien polenteada, implantaba latidos de toro en la intimidad de mis venas. No quería mirar, pero miraba. No quería sentir el contacto de su piel contra mis ojos, pero definitivamente lo sentía, súbitamente afiebrado. Disimulando y entre risas, volvimos a la mesa de la música. 
 Descorchamos la botella y nos rellenamos la copa. Le servimos a los pibes en unos vasos plásticos.
- Ven? Cuando sean personas de bien el mundo los va a dejar tomar en una bella copa de cristal.
- Como ésta.- acotó Rolo.
- Mientras tanto, mientras siguen con la motito y con la paja, tomarán en vasito plástico. 
  Los pendejos se reían, festejaban todo. Tomamos el vino con absurda rapidez para faltar solo 15 minutos para las tres de la mañana. Los amigos de mi primo junto con el, bailaban alegremente sobre el césped. La tía Olga se acostó sin despedirse de nadie, como lo hizo siempre. Mi viejo se acostó también, antes de hacerlo pasó por donde mi primo y yo estábamos boleados del pedo.
- No hagan relajo. No me importa que sean grandes, igual se los digo. No se manden ninguna de las de ustedes porque después hay que rajar hasta minas al hospital y no. No porque imaginate tu tía, le viene algo. Por favor. Nada de escándalos. 
 Mi primo y yo llevábamos 2 o 3 minutos sin hablar. Lo miré. Dormía. Se había quedado dormido en poltrona de mimbre que se trajo de adentro cuando nos instalamos al mando de la música. Sonaba hacía un buen cuarto de hora el disco Sobredosis, de Karibe. Me sentí solo. Perfectamente solo, con la mirada cruzando el fondo para no perderme nada de ella. 

lunes, febrero 12, 2018

Las Ánimas -7-

  Volvió Ezequiel de la casa. Traía una botella bajo el brazo. Sonreía. El amplio fondo seguía lleno de gente. Rolo contaba entre risas, una historia de nuestra adolescencia en la que me hacía quedar muy mal parado. Yo deseaba intervenir en mi defensa, pero en realidad estaba absorto en la figura de Valeria. Se había sentado con una de sus amigas junto a la tía y ésta les daba charla. Susana parecía somnolienta, Hugo estaba de pie en una esquina junto al parrillero casi apagado, hablaba con el padre de Rolo y ambos fumaban. Mamá se acostó. Papá venía de andentro. Se había hecho un sándwich con finos cortes del cordero frío, tomate y una cantidad impresentable de mayonesa. Nos miramos, le sonreí haciendo un gesto hacia adelante con la pera. Papá levantó el sándwich y las cejas, ofreciéndome. Hice que no con la cabeza y señalé la mesita que habia instalado. Papá aprobó y se fue a sentar junto a la tía y a Valeria, conversaban. 
  Maxi y Tiago, los amigos del Eze, nos contaban de los bailes de Minas, de las pibas, el escavio y de las motos. Siempre jodiendo con las motos. En eso se sienta Ezequiel.
- Pero a vos te gana la paja y por goleada, qué cosita. - Le dice Rolo. - Vino blanco trajiste, pero a quién se le ocurre, mi Dios querido!!
- Fue el que encontré, gil. - Respondió algo apenado.
- Andá Hernan, trae un vino por favor!!
- Y vos qué tenés? Parálisis, hijo de puta? Después me querés jugar una carrera y no podes ni mover los gajos. Pesas como 90 kilos, bebé!!
  Se paró en un acto súbito y arrancó a correr con rumbo a la cocina. Lo capté en el aire y haciendo alarde de mis buenos reflejos, me lancé tras él a toda velocidad. Serían unos 15 metros y pegamos un buen pique. Llegamos tan a un mismo tiempo que nos pechamos para entrar por la puera del fondo. Detrás nuestro, la risa de los mayores validaba la inmadurez de nuestra competencia. Rolo quedó colorado y agitado, yo también, pero más bien me sentía pálido. A ambos nos sorprendieron ente risas e insultos, los ojos de Beatríz y de Valeria, inmensos, con las bocas ligeramente abiertas. Ahí sí que la sangre acudió como un escudo a mis mejillas. Rompió la incomodidad del silencio, la risa de Beatríz secundada por una más tímida.
- Así son los hombres de esta familia, Vale, siempre compitiendo. Pero siempre sanamente, siempre para la joda.- Dijo Bea y posando una mano sobre el hombro de la joven, se voltearon para seguir hablando sobre el armado de la torta, escudriñando los escasos restos con un cuchillo de serrucho.
  Me di vuelta y Rolo se cubría la risa con una mano. La cocina estaba llena del olor de Valeria. Un perfume de jabón blanco y flores violetas prevalecía sobre los innumerables olores que giraban en el calor aferrado a la cocina. 

Las Ánimas -6-

- Bueno, vamos!! Vengan todos así nos sacamos el "queloscumpla" de arriba y seguimos la pachanga. - dijo la vieja y con pulso de cirujana, apoyó la enorme bandeja con la torta sobre la mesa sin que ninguno de sus adornos se cayera ni nada. Tenía 80 años, pero no, estaba tan hábil y operativa como siempre. Se apagaron las luces y todos cantamos. Ella sonreía con orgullo, éramos su total orgullo. Fue un momento felíz. 
  A los diez minutos estábamos todos comiendo torta, muy buena y ademas bien lograda. La hermana de Silvia siempre contribuía con un postre extravagante de épica abundancia, una repostera del carajo que en un principio quise llevar a trabajar a Serrana. Beatríz se negó con mucha amabilidad y respeto, pero también dejándome ver entre líneas que para ella la familia era lo primero, y que irse a otro país por ganar tres mangos más, era un acto de egoismo que ella no iba a cometer, ni siquiera cambió de opinión cuando le dije la cifra que podíamos gastar en sus servicios, aunque se empeñó en resaltar que era una idea muy interesante. En verdad trabajaba bien el fondant y tenía un sentido del volumen y de "lo curvo" que me fascinaba. La torta estaba deliciosa. 
  Serían las once y poco de la noche. Mi primo Ezequiel, 10 años menor que yo, se encargó de musicalizar la jugada con una rapidez y una prestancia que dio al castigado grupo, un empujón anímico que revivió la fiesta. En un momento corrimos las sillas y empezó el baile. Víctor, su mujer Sonia y su suegro Emilio se fueron enseguida. Tío Ricardo con su familia se quedó y entre tema y tema, con un micrófono decía cualquier disparate con gran aceptación y risas de los invitados. Había hasta luces de colores que daban vuelta. Mi padrino bailaba con su mujer. Mis viejos bailaban felices, con pasos para nada a la moda. Yo en la mesa de los niños con Rolo y Ezequiel, íbamos armando la lista de temas por venir y a veces le cortábamos el micrófono a Riki durante sus intervenciones y nos reíamos cuando el miraba el aparato con curiosidad y no entendiendo el motivo de la interrupción.  La tía, sentada en la cabecera de la mesa, conversaba cruzada de brazos con Hugo y con Beatríz y con Susana. 
  En determinado momento, como a la una, llegó una segunda ola de invitados. Pibes mas jóvenes, que eran amigos de los adolescentes de la familia. Análogos a los amigos que yo mismo tenía y que venían a veranear o que vivían todo el año en el pueblo. Fue entonces que la vi, que la volví a ver. Inmediatamente la reconocí por el color de su pelo, un castaño muy rojizo que, la última vez que lo vi, iba sobre la cabeza de una niña flaca y alta que estaba en segundo de liceo y aun no había desarrollado tetas, y que ahora, más de 15 años después era un ángel venido a la Sierra. Mi corazón, con la guardia baja por la sensación de máxima contención que me daba el seno familiar, dio un vuelco sin fondo. 
  Valeria era la nieta de Alfonso, íntimo amigo de mi difunto abuelo Diego Monteiro. Alfonso estaba con mi padrino, tomando whisky y fumando entre pieza y pieza de baile. El viejo tenía 74 años y Nuria, su esposa, tenía más de 300, a juzgar por su apariencia. Aunque jamás se cansaba de bailar. Siempre se esforzaba en recordar a mi abuelo y las innumerables anécdotas que junto a él protagonizó, más de 4 décadas atrás.
   Ella vino con 3 amigas de su edad. Todo el que conozca el pueblo sabe que si hay fiesta en lo de Olga, lo mejor siempre es ir. También vinieron otros amigos de mi primo Ezequiel y se sentaron en la mesa chica. Me levanté y aun con la cantidad de vino en sangre que tenía, de la mesa grande agarré tres cuencos vacíos y tras lavarlos en la cocina, los llené con la ensalada rusa, la capresse y un poco de pan cortado con la mano. Lavé una tabla y sobre ella piqué dos chorizos y varios cortes de un queso semiduro que era un infierno. Le adicioné un puñado de aceitunas y cargue todo hasta la mesa sin trastabillar. 
- No ves, pavo? Que mientras te estás rascando la barba yo fui y vine y te armo tremenda mesa de la nada.
- Uy! Que bien que estuviste Jernancito. Me entró como un bajón, sabés. Lo que te faltó, eso sí y perdoname que te lo diga así, fue una botellita de vino y unas copitas para los muchachos. No sabés que primero se baja la bebida?.
- Por qué no te vas a la puta que te parió, primo.
- Ta, ta. Deja que yo voy - dijo el Eze y se levantó. 
 Rolo y yo nos quedamos charlando con los pibes mientras sonaba por el parlante la canción "Una Cerveza" de Ráfaga. No podía dejar de mirar, con disimúlo de borracho, a Valeria, que le había traido un regalo a la tía y la tía la abrazaba en un agradecimiento genuino y sonriente. Un juego de 6 platos cuadrados. Qué amor. 

domingo, febrero 11, 2018

Las Ánimas -5-

  Caminamos por la callecita hacia arriba. Poco a poco el jolgorio de la familia iba quedando atrás y los grillos y las ranas se apoderaban del silencio. La noche sin luna era una inmensidad que parecía irreal sobre nosotros. Rolo armaba exageradamente bien y rápido. Cuando quise acordar lo tenía prendido. Un inmenso caño de White Widow soltaba su inconfundible fragancia y ésta se hacía una con el aliento fresco del pasto y las leves emanaciones de las coronillas. Pitábamos.
 El cielo generoso de la sierra se abría como enseñando sus más antiguos secretos. Hubo instante de silencio. 
 Una tos. Otra tos. Una risa burlona, más tos y toses con gusto a jardín del Edén. Dos risas, un suspiro. Otro silencio. El cielo arriba, cada vez más impresionante, cada vez mas infinito. Ahora volvíamos. Un recodo en la bajada y la casa aparecía como un amarillo pétalo de alegría, casi perdido en la inmensidad de la noche. 
-Te juego una carrera - dijo mi primo.
-Vos sos idiota así siempre? O solo en los cumpleaños? Vos estás en pedo si te crees que yo voy a...
- Ah, cagón. Cagoncito loco.
- Rolo, sabés que no tenés chance, entre que abrís las gambas yo estoy adentro, papá, me recargué la copa de vino y vos estás recién diciendo "ya".
 Mi copa de vino estaba vacía y yo ni me di cuenta hasta que la levanté a la altura de mis ojos. La cara de mi primo mientras, a paso lento, me porfiaba que era más veloz que yo, se me hacía la viva imagen del caudal asombroso de competitividad que poseía mi familia.  Nos divertimos. El efecto del cogollo era sobrecogedor. Todo se aceleró en mi recuerdo ahora, pero sospecho que el tiempo se movía como una babosa, mientras entre carne, panes a la chapa y vino, abundante vino, se aproximaba el momento de la torta. 
 La tía estaba cocinando. Todo el tiempo dentro de su amplia cocina, donde era reina y señora, iba y venía elaborando las cosas más creativas y deliciosas que comí nunca jamás. Ni siquiera siendo un íntimo conocedor de la fauna gastronómica de Buenos Aires, puedo decir que conocí una jefa de cocina de la talla de mi Tía Olga. 
  Comí y comimos hasta el dolor total. Los hijos de Hugo y Silvia cabeceaban en el sillón del living frente a una película de Pixar. Mi padrino, militar retirado y mi padre, su hermano pseudo izquierdista, discutían sobre el Cebolla Rodriguez. El papá de Rolo intervenía haciendo vasto uso de la palabra en argumentos poco sólidos, evaporados con la ingesta inclemente del licor. El fútbol era su pasión más irreductible y nunca, nunca jamás se cansaban de discutir por pelotudeces relacionadas a la pelota. 
   Beatríz, la hermana de Silvia, salía por la puerta trasera de la casa con dos termos  que cebaban al empujar una pieza movil circular en la tapa y bajo el brazo, una pila de pequeños vasos térmicos. La tía quería que sus invitados espabilasen los ánimos y nos sirvió un delicioso café negro a todos. Cada uno agarraba de una bolsita azucar o edulcorante. Yo nada, lo tomo así, si quiero tomar azucar tomo Coca-Cola, nabo, le digo a Rolo que hacía caras de "ay café sin azúcar". Estaba bien fuerte y bien caliente. En 40 segundos estábamos al borde de un shock por cafeína. Ahí salió de la cocina, con una gran torta blanca y celeste que entre vanguardistas decoraciones, iba coronada con un "80"y una sola vela plateada igual que el número. 

Las Ánimas -4-

- Sólo esto cocinaste, tía? - dije mientras preparaba una gran bandeja, repleta de pequeños cuencos con las guarniciones que acababan de salir y me disponía a enfrentar la caldeada tribuna de la barbacoa.
- Tas loco, mijo. Llegaste tarde vos, lo que pasa. Hice una Galette de higos con remolachas asadas y queso camembert. Hice una ensalada capresse con cubitos de berenjena frita, hice otra ensalada de zanahoria asada con lentejas y queso de cabra, hice bombas de papa y pasteles de dulce de membrillo, y de crema, manzana y canela. Pero eso fue para la merienda... Vos andarías arrastrando las pelotas en el Buquebus a esa hora. Tu padre me dijo que venías temprano...
  Se quedaba corta, porque ademas había hecho traer una selección de quesos exquisitos de un establecimiento cercano y amigo de la familia, ni que hablar de los chacareros, las pipas y los salamines que jamás podrían faltar en cualquier celebración que tuviese lugar en su casa. Tío Hugo, sin contar sus torpes ademanes, había colaborado trayendo un arsenal de los mejores vinos de su bodega, que a esta altura figuraba como una de las más relevantes bodegas emergentes, según yo tenía entendido. Guardaba en Serrana, varias cajas de un Tannat 2015 que reservaba para ocasiones especiales. 
  Salí con la bandeja y como un clamor, los saludos y gritos de mi familia se me vinieron encima. Entre una risa de emoción pude percibir el paso del tiempo en sus sonrisas, en el avanzado plateado de sus cabezas y en la pátina de nostalgia que tenían en los ojos. De inmediato y tras unos 10 o 12 abrazos, me hallaba de vuelta en casa y las apariencias avejentadas de mis parientes, se tornaron naturales y aceptables. Las risas bulliciosas de los niños se superponían a los timbres graves y potentes de los más veteranos. Las mujeres cotorreaban. Todo era una composición de júbilo. El olor de la carne y del humo le daban al comienzo mismo de la noche, el mismo aire de todas aquellas noches de verano donde yo era el mismo, donde todos eran los mismos y había también gente que ya murió, y algunos que no habían nacido. Todos estabamos en ese lugar ahora. Celebrando una larga vida de amor por la familia, de la que yo me distancié persiguiendo con ciego afán, la misma pasión que colmaba el aire de la barbacoa. 
   Por un momento quedé ausente, con estos pensamientos haciendo un armónico por mi cerebro. Cuando volví a enfocar la mirada, me cruzo con los ojos algo enrojecidos de mi primo Rolo. 
- Jer - me dijo. - vamo a dar una vueltita?
Pero lo que quería decir era "vamo a fumar un churro antes que salga la comida". Acepté parándome.
- Che! A dónde van? - preguntó mi padrino con el atizador de brazas en la mano. 
- Vamos a fijarnos los autos, que no se hayan robado ninguno - Respondió Rolo, en broma. 
- Bueno, no anden jodiendo mucho que ya saco los choris. 
  Recargué mi copa de vino y con la otra mano tomé uno de los pancitos que estaban dentro de una canasta sobre la mesa principal. En la mesa de los niños, un pote con un fondito de ensalada capresse me llamó y partiendo el pan, levanté lo que quedaba. Era delicioso. El sabor me hizo sentir vivo y a salvo. Salimos a la noche inmensa de la sierra. 

Las Ánimas -3-

  A los dos minutos ya no había nadie más que en la ruta. Yo cebaba y mi primo, cuyo ácido humor era siempre efectivo, criticaba al gobierno argentino y me tildaba de facho y de careta cheto, dadas las características de mi emprendimiento y la realidad social apremiante que había en el país.
- Ellos los votaron, Rolo, no me rompas las pelotas. Ahora se quejan. 
- Ah, ves que más cabeza de culo no podes ser, no? 
- Me vas a decir que nadie sabía que si agarraba el muñeco este, iba a mandar a cagar a palos al primero que corte una calle. 
- Sos un facho, andá a cagar. 

  El terreno subía y bajaba de modo irregular. A los lados, las mansas caras de los cerros, sus blancuras, las largas praderas vacías, las vacas. El auto con las ventanas abiertas y la bolsa de bizcochos ya vacía en el suelo del auto. Fumamos una exquisita flor de marihuana y el resto del viaje se nos fue escuchando un disco del Canario Luna con Jaime Roos. Tarareábamos y nos reíamos con la misma complicidad de cuando éramos adolescentes.
 A lo lejos, la casa de la Tía. Ya estamos llegando. Varios automóviles parados aquí y allá; como 5 o 6 motos; una cantidad insólita de bicis y hasta un caballo amarrado a un poste sobre el cordón de la vereda. Veo esto y siento un estremecimiento que me recorre. Gente iba y venía por el jardín. Varios niños jugaban en la calle, con camisitas a cuadros y alegres pantalones de color clarito que denotaban el afán de sus padres por resaltar lo solemne de la ocasión. Había gran humareda saliendo desde el fondo, todo lo invadía el inconfundible fantasma de mi niñez y la melancolía que me negué a sentir en los últimos años cedía, finalmente, ante el ocaso de aquel 25 de enero. Bajé del auto, algo entumecido por la emoción y saludé a los niños dándome cuenta que la última vez que los vi, la mayoría no sabía caminar y ahora saltan y, por supuesto, no me reconocen. No se me va el estremecimiento. La casona había sido recientemente acondicionada, el año pasado parte de la familia se organizó y entre varios juntamos un dinero para afrontar los gastos de una moderada remodelación, porque la tía era muy austera y práctica y no quería saber nada de perder tiempo en obras, ni mucho menos cosas demasiado "elegantes al pedo", como siempre dijo ante cualquier gesto de ostentación material,  por moderada que este fuese. 
  Personalmente no la había visto terminada. El primo Dante colgó un par de fotos de la obra terminada en el grupo, pero la calidad era pésima así como el ángulo y la iluminación. En realidad no pudo haber foto más reveladora que lo que mis ojos vieron al levantar la vista. La casa llena de guirnaldas amarillas y globos blancos y celestes. El jardín cubierto de alegrías y de rosas y de hibiscos y pequeños arbustos con forma redonda. El césped brasilero bien mantenido tenía diminutos arreglos de luz led de tanto en tanto. Las viejas celosías restauradas, la fachada limpia y pintada, unos aleros plásticos muy aerodinámicos, una nueva puerta de entrada. 
 Salieron las estrellas al cielo. Me saludé efusivamente con mi mamá y mi papá en medio del jardín, mientras Cucho, el bicentenario perro de la tía intentaba girar en torno nuestro para darme la bienvenida. 
- Cuántos años tiene este bicho, por Dios!
- Dicen que 20. - me dice mi padre
- Imposible.
- Viste que hermoso está todo, no Hernan?
- Bellísimo, ma. Estoy muy feliz de haber venido. Recién me doy cuenta cuánto oos extrañe.
- Dejá, sos un sorete - ríe mi papa con algo de tristeza solapada. 
- Dale nene, vení a saludar a tu tía que no sabes cómo te está esperando, no ha parado de preguntar por vos. Se creyó que venías a mediodía y se puso ansiosa. Viste como son los viejos.
  Avanzamos por el largo jardín, la puerta estaba abierta. Fuimos abriendo paso por la casa. Yo no quería saludar a nadie hasta no haberla saludado a ella. 
  Entré en la cocina como había entrado tantas veces antes en mi vida estoy seguro que me sintió. 
- Al fin, por favor!!- Gritó. -Al fin uno que sabe hacer criolla.
 Se dio vuelta y me abrazó con un amor que me llenó de inmediato. Lloramos rápidamente de felicidad. Sin embargo no se detuvo en sentimentalismos más que un instante, empujándome me señaló la mesada amplia tapada de cosas. 
- Hacéte lugar y empezá con la criolla. -me dijo. Eso hice. 
  Después de la criolla, corté y mezclé rápidamente una simplificación de coleslaw y ayudé a Susana a terminar la ensalada de fruta. Durante ese lapso me saludé con el resto de los invitados, incluso con algunos que no conocía. En el fondo mi viejo y mis tíos hacían un cordero hacía ya como tres horas. Estaba para salir. Las risas y los gritos desaforados venían de afuera como un torrente. 
- Cómo gritan estos hombres..
- Y qué querés, si son Neandertales, mirá, mirá Elsita, mirá a tu marido. Mirá si no es un mono en pinta.
- Un mono pelado, no jorobes.
Tío Hugo, de seguro hablando de fútbol se esmeraba en imitar el festejo de gol de un jugador de moda. 
  La idea de la tía para la gran cena había sido genial. La carne en la parrilla, cordero, vacío y chorizo, y por otro lado una larga lista de guarniciones a elejir. De la plaza barbacoa y la estación de carnes se encargaba mi padrino y otros dos subalternos desprevenidos que él , decididamente cazará y convertirá en sus esbirros. La criollita y coleslaw mías: la ensalada rusa de Susana a la que le ponía siempre aceitunas; una ensalada rusa con arroz, que hizo la novia de rollo y las 2 maravillas de la cumpleañera: morrones rellenos de queso y cebolla (para los vegetarianos) y panes a la chapa.
 Había puesto un chapón que Néstor le preparó, sobre las hornallas enormes del anafe Venancio y con una masa de levadura bien chirla, salpicaba la misma usando una cuchara para formar pequeños bollos que después, humectaba con aceite de ajo y romero, rociados con semillas de sésamo. Los ponia de a 10 en un caanasto y mandaba un niño a dar vuelta por la barbacoa para que todos agarren. 

Las Ánimas -2-

 A la mañana siguiente, ya de regreso en montevideo, embarqué en Tres Cruces rumbo a Colonia y de ahí a Buenos Aires en el Eladia Isabel, como tantos miles de uruguayos que se fueron a laburar allá, una tarde de marzo de nubes claras y bien altas. 
 No volvía en el mismo Eladia Isabel a Montevideo, ni un año después como había prometido, sino 6. El número redondo del cumpleaños de la tía Olga me trajó de regreso a los cabales de un corazón, que desbocado por el flujo de la noche bonaerense, perdió un poco el contacto con el día lejano de la Sierra y con los seres tan amados que ahí habitan. Hacía bastante tiempo que no tenía ningún contacto con mi família, dos años capaz, desde la última vez que mamá fue a Buenos Aires. Recuerdo haber suspendido el servicio de merienda de aquel jueves 15 de septiembre para compartir con ella un colorido, íntimo y gigante café para dos con motivo de habernos extrañado mucho. También tuve que atravesar un momento de justo cable a tierra, cuando mi vieja se cebó con la dialéctica de un reproche hacia mi desapego, que era claro que mamá me achacaba en mombre de todos, de mi padre, mis hermanas y sobre todo de la Tía, a quien, con estrategia de experimentada fémina, no mencionó hasta que la fui a despedir a puerto madero, me daba el gusto de invitarla a volver directo al puerto de Montevideo en el Francisco. Ahí me miró, luego de abrazarnos entre lágrimas, y me dijo: Andá a ver a tu tía. Que no se te haga tarde. Pelotudo.
 Desde eso pasaron dos años... Pero ese martes recordé la fecha como primer acto instintivo de la mañana. Compré el pasaje desde el celular, todavía en la cama. Me levanté y cuando quise acordar estaba en Montevideo. Salí a la aduana y el peso acumulado de todo el tiempo de mi ausencia cayó sobre mí. Paseé por la peatonal de Pérez Castellanos sin apuro y flotaba yo en el aire de mediados de enero. La frescura que tenía la aduana era para mí un bálsamo, habituado a pasar las horas de mi vida dentro de una cocina junto a quemadores y hornos y cuchillos, en un reducto ya de por si infernal, como es el verano constrictor de capital. El aire fresco venía de la escollera como una brisa de espuma de olas. Casi podía decir que estaba totalmente relajado y a gusto.
  Un lugar llamado La Fonda me llamó poderosamente la atención ya que estaba ubicado donde en mi infancia vivió una novia que yo tenía. Me senté y me invadió una ansiedad. Me preocupaba cómo iba a funcionar el Bar si yo no estaba. Serrana tenía 3 años y era el sueño de mi vida. Lo abrimos con Miguel y la imporante ayuda del viejo Alberti, que ofició como socio capitalista ya que creía ciegamente en nuestra pasión por la cocina y afirmaba jamás haber comido pastas caseras como las que yo hacía o el punto justo  ojo de bife que solo Miguel conocía y que era casi el mascarón de proa de Serrana. Se trataba de un corte Averdeen-Angus de feed lot que mi socio hacía personalmente a la plancha y cuyo punto bleu era la atracción de comensales cosmpolitas que no tenían reparo en gastar generosamente, y en épocas de recortes macristas, el alto precio que nosotros les cobrabamos por hacerlo con absoluto amor y de servirlo con elegancia y estilo en un mediano, pero bien arreglado bar de Palermo, de toda una esquina. Además hacía justo un mes que habíamos terminado de pagar a Alberti, los últimos 15.000 dólares. Serrana era completamente nuestro.
  Miguel había quedado a cargo y me obligué a relajarme, a soltar ese apego casi de madre y a disfrutar de las primeras vacaciones que me tomaba en 6 años. Una IPA y un cenicero. 
    Ahora una Scotish mientras esperaba los sorrentinos de calabacín, mozzarella y nueces en ragú de hongos frescos que no demoró en venir y que estaba muy bueno. Y agua. El barco me daba hambre. Terminé con una pinta de blonde y otro cigarrillo. Dormí durante todo el viaje a Minas en el ómnibus. Mi primo Rolo me esperaba en su auto, estacionado frente a la panadería, con un mate recién hecho y una bolsa de bizcochos. La tarde empezaba a robarle el cielo al día. 
 Con Rolo siempre hablábamos, estaba este grupo de whatsapp, junto a otros primos y padrinos, en el que había gran actividad. Pero hacía 3 años que no nos veíamos. Salió del auto a abrazarme. Gritamos un poco entre carcajadas y nos subimos. Lo puso en contacto y arrancó. 
- Está todo el mundo allá - dijo Rolo.
- Me imagino el despliegue.
- Nooo!!! - río, golpeando el volante con su palma. - No te imaginas. 

Las Ánimas -1-

  Me reencontré con Valeria en un enero de pocas lluvias y jazmines tardíos. Fui a Lavalleja por el cumpleaños 80 de mi tía Olga Dipacce, con quien de niño conocí las horas de plaza y tobogan, las horas de la siesta infinitas con un block de hojas, lapicera bic azul y un viejo televisor a color de 14 pulgadas. Mis padres son de allá y iban de vacaciones todo el verano, todos los veranos, me llevaban y yo iba, todos los años deseoso de volver a aquel paraíso de parras y cerros y cuervos y caballos que montaba cada vez que podía y muchas que no debía. 
 Todos mis recuerdos de las vacaciones empezaban y terminaban en la cocina de la tía. Fue de ella de quien yo heredé mi pasión por la gastronomía. Mi tía adoraba cocinarme, de hecho el día que me fui a vivir a Buenos Aires, fue ella quien se puso al hombro la tarea de organizar una cena despedida en la que hizo ravioles caseros de verdura para los 23 invitados. Recuerdo su mirada anhelante cuando la cena acabó y quedamos solo los más íntimos. Irradiaba imponencia y seguridad a la vez que un cándido temor de anciana de no volverme a ver. Yo la consolaba diciéndole que en exactamente un año estaría de regreso, y que sería yo mismo quien se pondría a cargo de la elaboración del alimento. No mientras yo viva, atronó su voz con firmeza, una nota de melancolía paseó por el aire en el silencio breve que fue interrumpido con risas y bromas que la imaginaban a ella misma cocinando para el banquete de sus cien años. La tía se reía y en verdad casi todos, inclusive yo, consideramos que el escenario estaba muy lejos de ser improbable. Era una mujer recia y llena de un amor inagotable. Su generosidad en verdad no conocía limites. Su inteligencia y lucidez , muy por sobre la media en un pueblito perdido en la sierra, se guiaba siempre sobre los impulsos de su corazón, en los cimientos de intuición fina y su natural sentido de justicia. Una salud de hierro, que ella atribuía a su dieta, era su sello característico, ni yo ni mi mamá ni mi abuelo, su hermano, ni ninguno de los 2.594 vecinos, recuerdan haberla visto enferma alguna vez. 

viernes, febrero 09, 2018

Marisa Virginia (doce)

 7 noches de interferencia en nuestro místico canal de comunicación derivaron en esta noche de viernes en la que el silencio preside con mucho miedo, los hilos de mi corazón. Daba vueltas el carnaval en el aire de las 22 horas. Con dificultad voy eligiendo las palabras, en una espuma de melancolía mortal voy ahogándome, terminar cada oración es una verdadera odisea, en la que me quisiera negar a narrar el triste final de esta historia de amor imposible, quisiera que con solo no contarla, dejase de suceder. Hay algo que vengo repitiéndome para acallar los fatales susurros de la soledad: No me arrepiento. Por más vacío de suspiros, por más anhelante y demolido que se encuentre mi corazón, volvería siempre a elegir la ruta perdida de su esperanza, el campo de batalla, la arena donde he dejado la coraza y la espada vamamente, volvería a morir por ella. Siempre. 
  Sin embargo esta noche elijo la vida, el carnaval, el vigoroso cantar de los coros que se hacen una sola materia con los espíritus ancestrales, volcando la alegría sobre un Montevideo que la esperaba reseco, y en esa lluvia de amor y colores, bañaré el hollín de mi pena. Voy a encontrar paliativo para el veneno del final en los volados tornasolados de las retiradas, a camuflar la muerte en la muerte de la murga, celebrando el milagro de estar, el regalo de éste acá y éste ahora. 
  Baja La Gran Muñeca. Sigo la procesión de la bajada con fuertes palmas y sonrisa de niño. El tablado ovaciona, tiemblan las raíces, la murga se va. Aún rebosante del embrujo de su canto, rodeo sonriendo, toda la larga pista. Me siento donde estaban los yuyos de blancas flores. Ahora no están, alguien con una bordeadora había dejado toda la zona despejada de rebeldes yuyos con delicadas campanitas blancas. Comienzo a terminar la historia de Marisa Virginia. Ha llegado el momento. 
  7 noches de interferencia vivimos con ella, a través del mágico correo que comunicaba la vida con la muerte, en la que ambos vivíamos y moríamos a la misma vez. Después que visité su tumba, era claro que ella se sintió vulnerada en su privacidad de fantasma libre y nuestra correspondencia se volvió escasa. Virginia me respondía desde su muerte con mensajes cortados con el cuchillo de sus miedos. Decidí escribir una acalorada poesía en la que conjurando los sentimientos que nos unían, la llamaba a la vida de nuestro insólito vínculo sexual. Ella respondió, esta vez extendiendose: 

"... Aprendí que aprendiste exactamente a dónde pegar, donde hundir tus cuchillos. Claro que me movió, me derritió y todo eso. Sin embargo, me doy cuenta tras una seguidilla inmensa se misivas que no puedo ni quiero abarcar esto. Estamos bien así, aunque el cuerpo y vos se empeñen en gritar lo contrario. Yo aprendí a que no quiero. Me parece una válida explicación. Te pido que este carnaval me dejes morir, eso es lo que quiero. Solo quería que supieras que no puedo seguir en este rollo de incitación-invitación-negativa-respuesta-juego-daño... los dos sabemos que no hace bien. Y yo intento estar bien, desde hace literalmente un año, el día de hoy. Ojalá entiendas. Siempre te voy a querer, dejémoslo así. Lo mejor para vos en todo, sabes que lo deseo."



Me dan las doce de la vieja catedral mientras reproduzco el texto de su respuesta. La noche está llena de miedos. 
  Al terminar de cantar La Gran Muñeca, me fui a sentar y a escribir este final que, postergado, voy narrando, ahora sentado en mi banco de la Plaza Matriz. Un viento como de muerte barre las hojas que él mismo tiró con la lluvia. Acaban de dar las 12. Las 0 horas de este sábado en el que la dejo morir, pero no para siempre.
 Me siento, como decía, en la pista, comienzo a escribir y enciendo el cigarrillo. Una fina cortina de gotas aparece muy gradualmente en el aire alto y luminoso del tablado. Muy fina, nadie acusa haberla notado. Sigo escribiendo mientras veo que llega un ómnibus y de él baja otra murga, casi apurada por actuar. De pronto se lanza a llover muy fuerte. Sin apuro salgo del tablado entre la masa de gente que, apurada o disfrutando, se resigna yéndose hacia la noche. Gracias a los 5 días de reposo que me dieron por el fuerte dolor de mi codo, no tengo prisa y la lluvia es acaso bendición de lavado para mi pesar de viudo joven. Camino bajo el cielo que se va descargando y de a poco mi ropa comienza a empaparse. Salgo a 18 de Julio y la lluvia para.  Voy caminando hasta la aduana. Todo el tiempo pienso en ella. Llego a la plaza Matríz y me siento en mi banco de siempre. Dan las 12 en la catedral, termino el relato. La dejo morir, pero no para siempre. 

FIN

jueves, febrero 08, 2018

Il iltimi piimi

Porque se deshace la luna
Por los rincones cangrejos
Pulpos de un mar de olvido
Inmensos navíos
Disolviéndose en el agua
Lo tragan las olas
Naufraga un sueño de piel
En sendas robadas de azar
Y canción

Se le va la mirada y la voz
Se despertó
El perfume a ciudad
La mirada a lo lejos
Y el boleto en la mano

Se va la vida
Y el adiós
Adolesce sin cantar
Otro carnaval

Y otra vez perderse
Transitar antiguos llantos
Para perecer inmóvil
Junto al último mojón.