Apareciste entre el tumulto metalico del ladrido de los perros y deshiciste el moño de una soledad llena de puertas. Me diste fiebre, alcohol y sangre. Una piel de arena y una caricia de acero en una noche fría de junio, cuando la luna mordía. Pude ver la oscuridad profunda de tus ojos, tu olor de viajante sin pausa, tu olor de sombra luminosa.Pared, por la pared, por el techo, dejandote gotear en tu inalcanzable forma fría. Otra ilusión, otra página sin letras. Llenarte de besos, ahí, exactamente donde quería, observando a travez de la penumbra de tu pelo como tu rostro se transformaba yendo de angel a demonio. Y tu respiración, sobre todo, sobre cada tramo de mi realizada fantasía de hacerte, de tenerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario