jueves, septiembre 29, 2011

Canción de rara paz y la única Libertad mortal

Historia enrredada en los cabellos del silencio
peligros como arena, escapando entre los dedos
un milagro, una estrella, una danza de películas viejas.

Me aferro a mi creencia de soldado cañonero
emboscado en mi cerebro, por mi íntimo enemigo.

Helada mi sangre apremia un volantazo del destino
hacia el progreso sostenible de mi ser y de mi alma
hacia el alba deliciosa que se va dejando acariciar
poco a poco, gota a gota, volcándose en mi lengua
como rocío fresco en el desierto de mi gran limitación.

Voy por otra batalla en ese horizonte desvelado de inciensos
con el pecho encendido por la luz de que me resguarda,
espero brille hasta mañana, hasta mañana, hasta mañana.

He de encontrar la verdad, acaso recogida en un rincón
acaso espantada en una ventana cenicienta, acaso muerta
o por ahí latente, viva, llena de gozo y de exuberancia
como un águila de fuego, guiándome hacia la luz.

Porque la única libertad de la que goza el espíritu 
es la libertad de no tener que sostener ninguna mentira.

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