martes, diciembre 15, 2015

Segunda Madrugada

Qué corta que es la eternidad
disuelta entre canciones y silencios
transitar la ruta de tu piel 
dejando atrás las espinas de otras mañanas
entre el pánico y la inseguridad
un maniquí se despidió de su vidriera.

Superamos, algo maltrechos
la prueba del vino tinto,
el tempranillo de tu boca perfecta
es esencia de divinidad
y yo.. acaso testigo de tu hermosura
bailo poseído, sobre las llamas.

De pronto, el canto de los pajaritos
(bravos muchachitos) en el alba de Palermo
sorpresa de sueño, querer enloquecido
caricias larguísimas y la cascada de tu cabello
derramándose en el colchón sin sábanas
y otra vez aquello, esa sensación inconfundible
de éxtasis y compañía, de brevedad y rebeldía
ante los oscuros dardos de la fortuna

Ser...
Ya no hay dilema. 



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