sábado, junio 18, 2016

Última prosa del otoño

   Sí, los contornos de la luna son demasiado sugerentes y me cuesta desviar la prosa de esa instancia ya instaurada e inamovible. El piano que escucho parece tener dientes y trazar en la temprana noche, serpenteos, fintas y gambetas hasta que la misma noción del presente se descuelga por completo y atravesamos la jungla de incontables presentimientos, vagamente perdidos, distantes por la enramada de azoteas y de toldos o por los arcos metálicos del puesto en la feria. 

   La masa de mi totalidad se congrega ante una sola idea, es preciso remangar los pasos ya dados y buscar en la maña atroz de los dados, una nueva configuración para los designios del alma.

   Sí, la noche es perpetua y vuelvo a tirarle moñas a la sola asociación de esas letras y todo lo que ellas trasuntan, me intranquiliza y por ahí hasta me destiñe otro poco, sin embargo el poder mismo es el que teje en este paño, la continuación última de todas las realidades. 

   Apartar de un tirón la vista de la cerradura, saltar por el parqué marcha atrás en otro arremolinar, olvidar, desenredar las minuciosas averías de nuestro comportamiento y verificar por si acaso ventilaciones, ventanas y cinturones. 

   Qué es lo que mira la bolsa plástica para vomitar, por qué me pone esos ojos de mensaje cifrado, puta, que desconcierto de almendros y de alelíes, qué paseo de mierda a cambio de los dos pesos que vale esta vida.

   Una pequeña multitud se congrega a la salida de un teatro. mosaico de gabardinas y de rojas o azules polleras tableadas, amable taconear en vereda iluminada por marquesinas de otro tiempo, autos viejos, nuevos. Rumor de la ciudad en decoloración pasando como una posta de unos a otros a la par de las hormigas o las ovejas.
  
   Sí, puedo escupir en mitad de la calle Brandzen y mandar de nuevo todo y a todos a la mierda y sentir igualmente un amor inmaculado. 

   Desde el quinto piso un franco tirador apostado en una lejanía apenas calculable, enemigo acérrimo y entrenado descerebrado apunta con un pulso de otro planeta. Los rostros tienen relojes formulados por las mejillas y sus bocas eran a veces zapatos o coladores de fideos, a lo sumo una hermosa cuchara sopera puede batir sus pestañas y descolocar a la luna y a todos los otros carnavales de la historia. 

   Capaz que tiene un puñal tatuado en la cintura y vos igual crees que vale la pena cortarte el alma, amputartela del cuerpo con tal de saber acaso si existe un remoto intento de sentir en carne propia lo que transmite la emisión de esa piel, las horas de abandono al sexo y los abrazos sin ningún brote de culpa, sino todo lo contrario.

Sí, es violento a veces talar así, cada nuevo retoño de esta prosa horrible, desviarlo de forma tan anticipada, tan obvia... un disparate. 

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