jueves, agosto 04, 2016

herencia chinawski XXIX

    se desplomó el frío sobre su casa. esta casa donde ahora escribo fue levantada por mi padre entre el año noventa y tres y el dos mil nueve. hecha y resultada de tanto sacrificio ahora es refugio del frío y de mi sombra peregrina, un cuervo en un granero de niebla. en dos mil once papa se divorció de su segunda esposa, la madre de mis cuatro hermanas menores, que junto a las dos que también tuvo mi madre en segundas nupcias, componían uno de mis mayores tesoros en la vida. fue a raíz de ese divorcio que mi padre le alquiló esta casa a un primo suyo y se fue a vivir con mi abuela allá en la curva. 
     este primo, curiosa mezcla entre un imbécil de manual y un mono disléxico con meningitis, vivió acá unos cinco años en los que se ocupo muy puntualmente de no atender en absolutamente nada el mantenimiento del inmenso frente y del interior mismo de la casa. ahora se veía turbio opaco y la energía rebotaba contra los ángulos en una danza de lo mas trabada. cuando nos mudamos, la tristeza y la falta de cuidados de la casa fue un detonante de mis miedos ante el nuevo escenario planteado a raíz de la muerte de la abuela. los techos ennegrecidos, las cerámicas rotas y la cañería del baño a dos pasos de estar inutilizable. eran solo algunos de los multiples males que aquejaban la vieja casa de colón que perteneció, allá por los setentas cuando fue comprada a una hermana de mi abuela que emigró a Australia poco tiempo después de la adquisición.
    cuando nos mudamos yo hacía cuatro años que no venía. la ultima vez que me tocó venir acá, estuve durmiendo solamente, porque en esos días mis turnos de trabajo en limpieza eran de doce horas... tal vez diez y media entre un descanso y otro. la cosa es que salía seis y media de la mañana y regresaba pasadas las nueve. me había peleado muy mal con L y me fui de la casa. vine acá. eso fue en el dos mil doce. en invierno. padecía agudas crisis nerviosas y cuando no, una profunda depresión. no fue nada sencillo venir a parar acá solo y totalmente incomunicado... el primo de mi padre vivía acá también salvo que sus turnos de doce horas en el taxi coincidían exactamente al revés con los míos y muy rara vez tenía que ver su espantosa cara de pelotudo. dormía en este mismo cuarto desde el que hoy escribo esto. fue una época oscura de la que no guardo mas recuerdos buenos que la media docena de canciones que logre grabar en los dos meses que estuve acá con la ayuda de la pc más aberrantemente antigua y destartalada que, sin embargo cooperó muchísimo y arrojó una huella creativa de la que hoy en día puedo disfrutar.
    sin embargo este segundo retorno, lamentablemente sería mas duradero que el anterior, ya traigo tres meses y ninguna expectativa de irme. en este retorno sufrí mas que nunca los horrores de la melancolía. el largo jardín que antes estuvo colmado de flores, frutales y verde y pareja grama, parecía un chiquero por el resultado de la abundante lluvia y la tracción constante del santana del viejo. la casa, que estuviese antes gerenciada y bajo los estrictos cuidados de la mujer de mi padre, ahora estaba rustica y sucia, venida a menos, ennegrecida. la mudanza fue agotadora, pero en unas semanas logré sentirme a gusto y retomé el hábito de la lectura con más ahínco que nunca, no existían muchas alternativas para combatir el tiempo cansino que transcurría mucho más lento de lo normal al no tener cable y además el wifi llegaba con dificultad a mi cuarto y casi nunca a la boca de la estufa.
      la abuela falleció el 3 de marzo y la fecha de mudanza fue pactada para el 2 de mayo. en medio, el 28 de marzo V viajaba a Toronto. Esto dejaba dos meses en los que viviríamos solos con papá en la casa sin la abuela antes de dejarla en manos de su heredero, mi tío Raúl. Los demás hermanos de mi padre, incluido el, tenían casa propia y era Raúl, que alquilaba, quien la abuela eligió para dejarle la cómoda y bastante amplia vivienda del barrio curva de maroñas.
     esos dos meses estuvieron signados por la locura, la ansiedad, una honda tristeza y un peligroso juego de amores que al final me trajo hasta este ultimo rincón de mi, a esta tarde gris y naranja en la que, con el corazón entre las manos y en esta casa del frío, floto entre las negras nubes del texto, reviviendo y resintiendo unas vivencias tan intensas que me costaba creer en su veracidad.

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