Un vendedor de la noche pasa y grita: flotar!! Y yo en la cama, lo escucho mientras trueno mis miedos y me río. Porque apareciste en la mitad de la noche, saltando charcos, cuando yo me iba a mi casa convencido que es mejor no abrazar. Entonces Asunción. Entonces instancia y lugar, mirarnos los ojos y saber dónde estamos. Contarte que murió una bandada de petirrojos, después del último ocaso de mi corazón, que ya hace mucho que no busco regalar mi cuerpo a una sombra que eventualmente derrapó cerca, que si quiero algo, cuando lo tengo lo quiero más y no cómo se usa tanto, que cuando uno encuentra desecha y desprecia. La simplicidad... Abrir las ventanas, llorar delante de alguien, abrazar con la nariz pegada a la piel del otro y suspirar porque la vida es demasiado corta. Tenía que decirte que me gustas tanto, que te pienso tanto y que no voy a trabajar un recio infinito de nuevo porque aunque las panteras y las sierpes de otros albedríos me hallan dejado la piel llena de muertes, yo voy a querer vivir, siempre. Necesitaba esa afirmación con alas que es tu sonrisa. Teníamos que abrazarnos en el viento del Solis...
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