martes, noviembre 28, 2017

Miedo de vieja

Ayer pareció acabarse el presente para dar paso a una venida del invierno metafísico. Eso es la primavera, el canal de suspiros donde se ha muerto el sol y cada golpe nos estremece con delicia de pánico y sangre-humo para viejos zapatos de charol. 

Por supuesto que no hago más que dar vueltas, un rodeo de eufemismos en el que ya nada disfrazará lo que yo la deseo, cuánto la extraño, con su veneno improbable, con su permanente esconderse, con sus huídas, con su terror de tulipán. Aunque como una roca, recaiga en mi consciencia la certeza de saber que volver a besarla sería morir y que amarla es negar el aprendizaje que me dejó su ventana cerrada a mitad de mi noche suicida. El corazón puede fallar, la razón, a veces, no es más que un cuento de viejas temerosas de los perros de la calle. Pero acá estoy, como siempre, acallando un grito que la traiga a mi cama, infectado por la duda y viendome al espejo, ojeroso, despeinado, cansado, turbio por la distancia que nos regalamos en febrero... Que ha sido hasta ahora, el más sólido de nuestros acuerdos. Pero abrazarla...

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