Hay una chica en una mesa de 3, frente a la mía, que hace una acalorada exposición sobre sus ideales. Sus 2 compañeros, varones, ostentan una actitud de apacible escucha, sospecho que uno de ellos tiene las pelotas acalmbradas de tanto lugar común. Hace rato que no habla, el otro, en cambio, que tiene un hermano menor metido en las FFAA, hace un esfuerzo por sostener la disparatada linealidad de los argumentos de la chica. Parece que está re dura, sus vasos están llenos, piden una cerveza más por pura inercia y ella se devana la lengua con la corrupción, la Policía y el sistema, mientras el tercero sigue escuchando, aparentemente ausente, mientras gesticula con los dedos en su mínimo mundo de aburrimiento, arrastra las migas de la mesa, mete un bocado casi inaudible. Amanece.
El cielo está blanco, una brisa fresca se lleva de pronto la invasiva conversación y acuden los ruidos de los bondis, que también son parte de la textura. Yo escribo, sigo bebiendo, espero
mi comida, siento frío y hay tanta gente...
Es como que está clavado. Vengo sólo y termino en una mesa de gastronómicos y/o murguistas, carnavaleros, rotos, defenestrados que quieren mostrar fotos, en el mejor de los casos: amigos o símil.
Re que llegó el día, re que se vol.có el día a cara de perro. Imposible: una palabra que se me hace demasiado familiar para las 8.10 de la mañana que son. Entonces, de golpe se hacen las 10.30 y todo se fue de mambo, me parece que es porque la extraño, pero en realidad es porque busco un sustituto inexistente. Y acá estoy, sudoroso, rumbo a casa, escribiendo todavía, o mejor dicho, queriendo escribir. Pero sigue siendo imposible, como siempre, porque la poesía esta2 para ser vibida1 y esto es un ejercicio irrelevante
mi comida, siento frío y hay tanta gente...
Es como que está clavado. Vengo sólo y termino en una mesa de gastronómicos y/o murguistas, carnavaleros, rotos, defenestrados que quieren mostrar fotos, en el mejor de los casos: amigos o símil.
Re que llegó el día, re que se vol.có el día a cara de perro. Imposible: una palabra que se me hace demasiado familiar para las 8.10 de la mañana que son. Entonces, de golpe se hacen las 10.30 y todo se fue de mambo, me parece que es porque la extraño, pero en realidad es porque busco un sustituto inexistente. Y acá estoy, sudoroso, rumbo a casa, escribiendo todavía, o mejor dicho, queriendo escribir. Pero sigue siendo imposible, como siempre, porque la poesía esta2 para ser vibida1 y esto es un ejercicio irrelevante
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