sábado, enero 20, 2018

Unas verdades

Y mi cigarro se hace música con el amanecer. No hay manera de no terminar fraternizando con gastronómicos caídos de la nada, o de Telma, o del Tartamudo o de Emigrante, hablar y brindar y brindarse atento y con una sonrisa, en cualquier mesa de afuera en el bar las palmas. Hablar del ser humano, de liderazgo y jefatura, de la atención a los clientes, de la grupalidad, la merca o el VIH, y tras tomar la última del dia... O de la "noche", estrechar la mano con olor a comida y alcohol, apretar fuerte, darse media vuelta y antes de irse, saludar al negro de la Falta, que otra vez me invita al ensayo y como un ritual de heridas dulces, recordar la boca de la muerta tarareando retiradas de este siglo, en la vacua fragilidad de su living de piques y de copas sin recuerdos.

Montevideo se destapa para recibir al día de verano, la historia es el amor general, escaparle a la mezquindad y al furioso egoísmo, irse a la mierda de lo que uno creería que "debe ser". Hay tantos huecos que llenar con la luz del desinterés, tantas heridas que uno cura con humilde cariño por el que tiene al lado. Qué es el servicio sino posponer con gusto nuestras necesidades para atender las del otro, qué es el verdadero amor sino una afirmación de cuidado y cariño por el que tenés delante de los ojos y de las manos. Pobre el que se esconde, pobre el que "tiene que soportar", pobre el que ansía para sí las flores de un árbol que no se dejará existir jamás, pobre miseria la del que niega con pusilánime coraje lo que le parte los huesos de tanto sentir. Entro en la aduana, el aire fresco que entra por la ventanilla del CA1, es todo lo que preciso para ser feliz, para ser, más allá de todo, yo mismo. 

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