lunes, abril 23, 2018

Borrador al Barrio

Cruza un domingo por ese espejo
Pasa chiflando una canción
Y de nuevo en Las Palmas
En medio de otro florecer

Valor y contralor
Teclado roto
Sentarse a escribir
Vencimiento aplazado
Rotación y humanidad
Haciéndose pedazos
Sobre el cielo de Canelondres.

Azota un resplandor apagado
Las bajas carpas del cielo
Se hacen arroz todas las princesas
Y la muerte se jubila un momento
En la esquina de mi barrio
Donde las flores del otoño se desmayan
O te encontras los monstruos del silencio
Atorados tras recuerdos
Tan solo hechos de sombra
Y algún tipo de amarra.

Acá también hay adoquines
Y las plazas perecen
En un tránsito de mendigos
Que se insinúan constantemente
Bajo los aterradores racimos
De un par de luces naranja.

Acá cerca está el Pasteur
Que ruge como lamentándose
Un pabellón de tango y de mulas
Que se irán volviendo ceniza
Conforme la madrugada
Se vaya haciendo cargo de todo.

La contraseña Saltimbamquis
La Unión de curvas 
  y de rectas infinitas.

Borde cascado
Pretil que se aferra
Al borde del derrumbe

Noche convaleciente
Alianza tácita
Entre la voluntad 
   y el tiempo. 

Nacer al otro lado del tiempo
Para desvincularse 
O ser capaz de erigir un obelisco
Que nos defienda de la muerte
O la desgracia

La Unión de cordones
Y veredas todas partidas
Cantina y tubo luz
Los fantasmas de la feria de Serrato.
Unión con la guitarra del viento
Con mayúscula arrogancia
Con la humildad del diariero
Y la mirada mordáz del cuidacoche.

La tarde es igual a la mañana
Junto a los carros de pancho
Que germinan entre los que venden
Puchos de contrabando
Hasta la última hora de luz
Cuando todo se vuelve ladrillo y gris
Todo otra vez madrugada y péndulo
Ráfaga de cristales como langosta
Devora el presente.



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