Entonces las horas se vuelven míseras marionetas y cada silencio que no puedo tragar, finalmente desarrolla alas. La noche está siendo barrida por una llovizna maliciosa que nada trae y nada lleva. Mi colección de relojes fermentó y los hongos gobiernan los últimos palacios. Ésta crónica para sábanas negras se tornó un monótono monólogo que no hace más que corroborar la soledad a la que me someto. Darán las 12. Nadie ha de responder.
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