Creo que me volví nihilista (en el sentido Nietzscheano), una noche que tomé tripa en la feria del parque rodó y terminé comiendo pizza en un bar de 18, junto a la mesa donde cenaban los integrantes de Agarrate Catalina. Recuerdo haber pasado a visitar a mi hermana y fumar junto a ella en el balcón de una medianoche de diciembre, un porro de flores, mientras sostenía que ésta época era mejor que los sesentas. Algo más tarde me crucé con Victoria en la puerta de la Conjura, y era tan hermosa. Tras despedirla y emprender mi camino hacia la parada del inter, comencé a intuir que la noche culminaría en algún tipo de epifanía acerca del sentido mismo de la existencia. Para cuando llegué a mi casa, el alba había ya cortado las primeras franjas del cielo. Fue entonces que la revelación me asaltó para siempre. No hay verdad, no hay revelación de sentido posible en ésta realidad dónde lo único eterno es el cambio abrupto y la cósmica yuxtaposición de azares improbables.
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