Camino Madrugada. Cerro de alientos mezclados para nocturnas palpitaciones y ojos que se empeñan vanamente en transparentar la realidad sabiendo desde el minuto cero, que recaer en tal arrogancia es un lujo reservado solo para aquellos que pueden, a fuerza de bastonazos, mantener rutinas funcionales durante años sin sorpresas.
Una mujer negra, hermosa, radiante, brillando indómita desde una postal de apenas 8 colores. estela de perfume que habla de playas horizonte y letárgicos tragos de alcohol a mitad de una noche estrellada . La frescura de la arena bajo la luna, el ardor de una pulsión reproductiva vestida con mil abalorios.
El torso se deconstruye en retazos organicos de azul y de rojo. La blanca inmensidad de la bahía. Resuena un eco de cañita voladora y un cuerpo que tira para sacarse un pulóver. Dualidad que iguala dimensiones, una profunda llanura. Movimiento quieto sobre un papel.
Redondeada inmediatez de la piel. Queda tirando la entraña en medio de una suavidad que nadie ha visto venir. Todo se ha vuelto trigo, pedernal, sauce en la tormenta. Las más bellas uñas que he visto pasar. El cabello son varios ríos confluyendo hacia el esternón tallado en el pecho. La mejor forma de la carne, dulce de leche helado en la secreta intimidad de la pieza.
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