Suenan las instrucciones de seguridad, mi estómago ya se siente como una secadora y el capitán se llama Benjamín. Y el aparato comienza a moverse. Muchos años se comprimió en mí el miedo a viajar en avión hasta que finalmente el aparato a acelera más allá de toda sensación antes experimentada. Me acontece una especie de éxtasis, evoco a todos los dioses de todos los panteones de todas las eras de la humanidad. El Airbus se deshace de la firmeza terrestre y siento que mi corazón se acelera junto con el motor pareciendo tomar la misma velocidad, unos 700 k/h (según mi estimación). El efecto del ascenso es poderoso y decisivo y yo siento que transito por la última cornisa para caer en un lago sin fin en el instante que comienza el vuelo. Mi amigo me contiene con contacto físico, me sostiene, me habla buscando que lo vea a los ojos. La hiperventilación. Lloro un poco detrás del tapabocas, por fortuna sin sollozos ni lamentables gemidos. Me toma unos quince minutos y un esfuerzo considerable retomar el control de mi respiración. De momento, a 45 minutos de ese momento, la turbulencia es ligera y deseo con todo el corazón que así sea durante el resto del viaje. Se realiza un sorteo a bordo por ser éste el primer vuelo de la aerolínea, hecho que durante los pasados días estaba lejos de aportarme una sensación de confort, una muchacha llamada Victoria se gana una especie de calcomanía de un mate gigante. Otros pasajeros ganan premios de incluso menor trascendencia y la verdad que durante ese momento pude distender un poco la apremiante contracción de mis músculos. Vamos entre la nubes. Es cierto que parece que vas en un COPSA, pero a 12.000 metros sobre la ciudad de La Plata, y después sobre la provincia de San Luis hasta Mendoza y después el paso del Cristo redentor para ver a nuestra derecha el monte Aconcagua. Afuera hay todo nubes, no se ve más que el ala en una danza hipnótica y sutil. En la puerta del baño hablo con una aeromoza de inmensos ojos oscuros que son simpatía me cuenta que vamos en buenas manos y que si bien el tiempo en Montevideo era un poco tormentoso, en Santiago nos espera un calor importante. Ya pasó la mitad del vuelo, evalúo ponerme a escuchar un podcast sobre historia Mexica e intentar proseguir con una relajación que seguro mermará hacia el momento del aterrizaje. Las montañas de pronto se acercaron hasta una distancia que me parecía ridícula y Peligrosa, el aire turbulento me produjo otra vez un miedo paralizante y de golpe pozos de aire y un descenso con una gran vuelta sobre la periferia. Por fortuna logré enfocarme en controlar la respiración y el aterrizaje
No hay comentarios:
Publicar un comentario