miércoles, agosto 31, 2022

Último de este agosto

 Agosto se está por terminar, pero no ha escatimado en melancolía y ansiedad. Hoy, sin ir más lejos, me cruce con tres violinistas en la calle. El primero tocaba en el omnibus a la mañana y su sonido triste y agudo se aplanaba contra las ventanillas abiertas, dónde combatía con los primeros anuncios de una brisa primaveral. El segundo violinista derramaba su llanto melódico en la tarde de la peatonal Sarandí, desenrollando el tiempo de siglos caducados, volviendo ausencia el aire cargado de pasos y de murmullos de ciudad en hora pico. La tercera era una niña que practicaba en la primer oscuridad de la noche, sentada en un balcón de la aduana, con su espalda contra la pared y un buzo rosa que era apenas distinguible en la penumbra empapada de recuerdos y nostalgias de cosas que nunca pasarán. Mitologías y planetas confundidos entre suspiros ahogados y miradas sobre el mar plateado. Un peso de azul profundo colgando del pecho, una muchacha rubia que responde con sonrisas y corazones. Relojes oxidados que no paran de rodar hacia el vacío.

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