Por las ondas que pasan de milagro, por las pantallas que huelen a humo de sillon de polihuretano, a casas encerradas por una noche que todo lo desintegra, a recorcholis, a materia. Esas pantallas y todas sus temibles estrellas que defecan sin remordimientos; pasan hacia el trabajo, dejando su estera de eter retorcido alrededor de unos cuantos expectantes que como ojos brillantes en la total oscuridad, se limitan, mutuamente, a observar en silencio y comentar...
Pero tambien estan los que entierran sus brazos hasta el codo en la inmundicia (literal) de las exquisitas civilizaciones. Los que talan la madera, los que pican el oro, los que pescan y los afanosos granjeros que vagan sin consuelo por la pradera moribunda del mono cultivo.
Todos tambien, somos meros y uniformados aldeanos.
Todos tambien, somos meros y uniformados aldeanos.
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