Lenta madrugada

Las paredes comienzan a golpearse entre si. Las flores se marchitan casi casi al amanecer. Te invade el sueño, el tremendo sueño sin sueños que te agita hasta la cama otra vez. Cenizas formándose en el triste recorrido al cajón vacío y sombras jugando con tu consumido cuerpo a punto de disecarse entre las rosas. Entre la rima que no acompaña para nada en esta triste fiesta de ángeles desorientados. Entre el sudor de espalda que te consume hasta perpetuarte en el anonimato de tu ser.

Y ya es un nuevo día y las antorchas no son piadosas. Y todo te mueve y te mueve hacia todos lados pero no te mueve para nada, para ninguna parte. Y encima vas como galope intentando llegar a donde no recuerdas ni cuando ni en donde. Me he convertido en una pobre antípoda descartable y rebajada, viajando de trasto en trasto a donde quiera que tus palabras me digan. El cielo se rie de mis manos, y mis manos se rien de mis ojos. Y mis ojos ya no ven absolutamente nada importante como para poder darme cuenta de algo.

Mientras alla lejos, reis alocadamente señalando mis pobres pasos a través del alcantarillado, el resto de los viajantes se van transformando en un montón de años pasados, que van y vienen otra vez, pero sin regalos.