Aquella fecha,
Aquel molino de viento que hacía girar su sonrisa.
Aquel paredón mojado
donde pintamos nuestros símbolos.
Todo fue banneado,
Todo esta siendo impunemente incinerado.
Las alas de la mariposa
ya no cuelgan en la antesala de mis ojos.
La gentil corrupción del tiempo
ya me abarca en este extraño planeta sin tu boca.
En esta eternidad sin el mar de tus manos.
Todos aquellos espejos,
todas las tontas explicaciones
y las temibles promesas...
Ahora el vasto manjar de tus huesos
me es inaccesible,
El desolado clamor de batalla de tu piel
me es ajeno.
Y ya no soy dueño ni por asomo
de tu encandilante sonrisa
esa que tanta dicha ocasionó
en mis lánguidos jardines de sombra.
-y yo recuerdo
y sé que ella recuerda-
Que hubo una vez un reino,
donde la flor volaba por la noche
y el dorado polen se esparcía sin concierto
por los ojos celosos o por el grito sofocado
de un dolor que nos daba placer.
Pero hordas de bárbaros hambrientos
nos regalaron un bello caballo de troya
donde nosotros encontramos un dios
pero nos esperaba una horrible derrota
y sucedió...
y el alma no puede dejar de retener
esta ácida amargura de la ausencia.
Y más que nunca, esta noche
me doy cuenta...
tarde como siempre
que aquella primavera no vendrá nunca más
que ya jamas la fuente estará sin romper
otra vez entera,
ignorante de este eterno maleficio
de recordar...
el delicado contorno que olvido.
Aquel molino de viento que hacía girar su sonrisa.
Aquel paredón mojado
donde pintamos nuestros símbolos.
Todo fue banneado,
Todo esta siendo impunemente incinerado.
Las alas de la mariposa
ya no cuelgan en la antesala de mis ojos.
La gentil corrupción del tiempo
ya me abarca en este extraño planeta sin tu boca.
En esta eternidad sin el mar de tus manos.
Todos aquellos espejos,
todas las tontas explicaciones
y las temibles promesas...
Ahora el vasto manjar de tus huesos
me es inaccesible,
El desolado clamor de batalla de tu piel
me es ajeno.
Y ya no soy dueño ni por asomo
de tu encandilante sonrisa
esa que tanta dicha ocasionó
en mis lánguidos jardines de sombra.
-y yo recuerdo
y sé que ella recuerda-
Que hubo una vez un reino,
donde la flor volaba por la noche
y el dorado polen se esparcía sin concierto
por los ojos celosos o por el grito sofocado
de un dolor que nos daba placer.
Pero hordas de bárbaros hambrientos
nos regalaron un bello caballo de troya
donde nosotros encontramos un dios
pero nos esperaba una horrible derrota
y sucedió...
y el alma no puede dejar de retener
esta ácida amargura de la ausencia.
Y más que nunca, esta noche
me doy cuenta...
tarde como siempre
que aquella primavera no vendrá nunca más
que ya jamas la fuente estará sin romper
otra vez entera,
ignorante de este eterno maleficio
de recordar...
el delicado contorno que olvido.
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