lunes, febrero 21, 2011

instante

Sí, se me escapa de las manos, se me cae de la boca, se me va solito sin que pueda ya agarrarlo o contenerlo con cualquier argumento racional. Es una sensación antigua, de paz, de naturalidad, de tibieza y sí... de dulzura interminable, chorrea la miel de la pantalla.

Sé que no puedo ganarte con palabras, veintipico de letras mezclandose en todos los sentidos no me alcanzan para pegar tu confianza. Pasa que es un idioma con muchas muchas palabras y el bla bla bla puede alcanzar altos niveles de persuación. Sin embargo no, no es lo que quiero. No sé lo que quiero aunque sé bien lo que no quiero. No quiero estar sin vos. No sé cómo ni porqué ni en qué sentido, pero ta. Es así. No quiero estar sin vos, porque te quiero. No me animo a decirtelo todavía pero te quiero con locura. Creo que se nota (no lo disimulo nada bien). Vos te diste cuenta claramente que despertas en mí los más infantiles sentimientos de compañerismo y alegría, que estoy como un tarado, que solo me importa estar contigo.

Pero tenemos miedo. Tenemos miedo porqué a nuestra edad nos parece que ya sabemos todo... que esto es así, que aquello es asá, que lo de más acá y lo de más allá. Pero quiero creer que podemos estar equivocados en tener tanto miedo, quiero creer que hay algo posible detrás de tanta frivolidad y desencanto. En una de esas si vos sintieras lo mismo que yo, podríamos.... que se yo... vernos otra vez.

Obviamente se me fue la moto... por eso quería pedirte que me acompañes a buscarla o en una de esas que me ayudes a conseguir una de esas bicis donde se anda de a dos... No sé donde está mi corazón tampoco, creo que lo perdí o no lo encuentro, por ahí me lo olvidé en tu casa, si lo encontrás por favor no lo dejes suelto por ahí que se ensucia o incluso puede agarrarse una infección, andá a saber.

Por ahora sé que son las siete de la mañana y yo siento como una fiebre, una empedernida necesidad de que me escuches, que me mires, que me acaricies con tus dedos finos y tu palma pequeña. Está saliendo el sol... y mi amiga la paloma no está cantando acá en mi casa, está cantando ahí, ahí afuera del cuarto donde dormís, donde dormimos, donde durmieron.

Sé también que los dos tenemos tierna mugre en el pretérito imperfecto, que nos duele acordarnos de la última vez que fuimos tan felices. No es para nada anormal que nos paralicemos ante el resplandor de una nueva apuesta en la ruleta del corazón. No es para nada anormal.

Pero no vale tampoco quedarse por esa, me parece, no sé, me parece que más vale tirarse por las dudas en el agua de este oasis, que podría también ser un espejismo.... pero solo hay una forma de averiguarlo.

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