Soy un cocinero bohemio. Vivo el carnaval de todo el año, parado en los pedales de incontables repechos y bajadas. Estuve un año sumergido en la pestilencia de mi ser, en la excecrable oscuridad de un viaje hacia esta noche que casi me costó la vida. Logré remontar aquella epopeya demasiado fané solo concentrando el flujo de mi poder durante unos días. Pude revertir el flujo de la maldad hacia una felicidad y una plenitud que parecía imposible tan solo un tiempo atrás. Hoy tengo muy poco, pero todo es mío. Soy el rey de mi austeridad y se escuchan las campanas de la catedral dando la una de la noche. Solo me falta arrastrarla fuera de su tormenta de terrores, cuya lluvia fue antes evaporada por la intención de mi furia e incomprensión, lo sé. Hoy traigo el sol en los ojos y las manos llenas de estrellas y sueños. La quiero, la extraño y otra vez la voy a buscar en la noche gigantesca, la voy a acoger bajo mis alas y en su sonrisa y los dedos de su mano, vamos a volar despacito en otra noche de carnaval.
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