Corre en aceites
La noche impalpable
Desfile de redondeadas voces
Que rellenan de brillo
La ausencia elegante
La risa apagada por perros
Al despertar
Me atacan los perfumes
Que me trae su recuerdo
Y ninguno existe ya
Ni el perfume ni el recuerdo
En el gris mediodia del sábado.
De qué se rien los vidrios del cuarto
Por qué gimen y se tuercen
En grotesco gesto las veredas.
Casi hemos traspasado
La frontera del abrazo
La pesada puerta
De no contarla más
De dejar de contarla.
Pasé un tiempo sin buscar
En otra piel lo que en su piel estaba
Pasé meses sin besar
Otra boca que la de su nostalgia
Repetí la cancion
Repetí el sueño tortuoso
De las cien mil ventanas
Que arañan el cielo
No existe forma de saber
Cuantos años durará el dolor
Ni sobre que mesa o arena
Hemos de firmar la rendición
Desearía un siglo entero de flores
Para calmar las ansias
De que todo haya sido diferente
Descomposición
De esas viejas luces
Que flotan sobre el mar
Como barcos de afanosa lejanía
Ella ya casi perdió su forma
Dentro del disturbio en mis manos
Es ahora casi un eco de su ruido
Es una certeza improbable
Solo la sombra cansada y fugaz
De mi mal amor...
Destruir con piedras
Los ojos heridos de los relojes
Su sudor áspero
Su espejada melancolía
Y dejar de contarla
Seguir con resignada sumisión
A la procesión casi fúnebre
De su cruel mandato
Se hace entonces menester
Cuando se fue la luna
Y ya llovió lo suficiente
Me queda el resabio sin gusto
De su nombre por mi boca
La verdad de haber sobrevivido
Y debajo de la almohada:
Una perla.
Levantar la sonrisa
Donde hubo licor de lágrimas
Abrazar afirmando
Lo que el alma ha clausurado
Y ese río de tinta
Llegará a tus manos.
Porque el viaje de una caricia
Hacia el fangoso lecho del olvido
Es un dejarse ir en cada mañana
Una renuncia constante
Tras otro aburrido milagro
Del alba.
La noche impalpable
Desfile de redondeadas voces
Que rellenan de brillo
La ausencia elegante
La risa apagada por perros
Al despertar
Me atacan los perfumes
Que me trae su recuerdo
Y ninguno existe ya
Ni el perfume ni el recuerdo
En el gris mediodia del sábado.
De qué se rien los vidrios del cuarto
Por qué gimen y se tuercen
En grotesco gesto las veredas.
Casi hemos traspasado
La frontera del abrazo
La pesada puerta
De no contarla más
De dejar de contarla.
Pasé un tiempo sin buscar
En otra piel lo que en su piel estaba
Pasé meses sin besar
Otra boca que la de su nostalgia
Repetí la cancion
Repetí el sueño tortuoso
De las cien mil ventanas
Que arañan el cielo
No existe forma de saber
Cuantos años durará el dolor
Ni sobre que mesa o arena
Hemos de firmar la rendición
Desearía un siglo entero de flores
Para calmar las ansias
De que todo haya sido diferente
Descomposición
De esas viejas luces
Que flotan sobre el mar
Como barcos de afanosa lejanía
Ella ya casi perdió su forma
Dentro del disturbio en mis manos
Es ahora casi un eco de su ruido
Es una certeza improbable
Solo la sombra cansada y fugaz
De mi mal amor...
Destruir con piedras
Los ojos heridos de los relojes
Su sudor áspero
Su espejada melancolía
Y dejar de contarla
Seguir con resignada sumisión
A la procesión casi fúnebre
De su cruel mandato
Se hace entonces menester
Cuando se fue la luna
Y ya llovió lo suficiente
Me queda el resabio sin gusto
De su nombre por mi boca
La verdad de haber sobrevivido
Y debajo de la almohada:
Una perla.
Levantar la sonrisa
Donde hubo licor de lágrimas
Abrazar afirmando
Lo que el alma ha clausurado
Y ese río de tinta
Llegará a tus manos.
Porque el viaje de una caricia
Hacia el fangoso lecho del olvido
Es un dejarse ir en cada mañana
Una renuncia constante
Tras otro aburrido milagro
Del alba.
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