miércoles, julio 03, 2019

Y cenizas

Vino a tejer el invierno, una carcasa sobre mi ánimo, cárcel tras la cual, fermentó mi poesía en cascos de fiebre y dolor de ventana vacía. En apretado mosaico los versos guardados, conservados en vinagre, soportaron las semanas y las temperaturas de gélida humedad. Sin embargo un martes cualquiera del mes de Julio, volví a soñar la misma mujer, de la cual solo quedaba un teléfono, una leona de oro de la que solo quedaba la vacía vereda de un balneario, y un teléfono. Desperté autrdido, con mucha tos, como si estando hondamente dormido, hubiese caminado por mi cara, una araña demasiado antigua, hecha con heridas, aislaciones y cenizas. 

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