La noche tritura el recuerdo de aquellas pocas horas felices. Por las rutas vacías de marzo los ecos del verano se van volviendo una reminiscencia enrarecida por el patinar de la memoria, imagino aquellas callecitas de arena, ahora invadidas por el espectro doloroso de la soledad. Una nube alta se arrastra por debajo del océano de estrellas que parpadean como felices en su inmensa libertad de águilas. Sin embargo, en éste paño de otoño que se acerca a pequeños pasos, todas las sonrisas de aquella rambla esplendida parece ya un decidido irse al carajo por los pretiles de una despedida violenta. Y bueno, todo se ha dado vuelta en menos de lo que un hombre se da cuenta que está lloviendo. Todo lo que quedó de aquel palacio donde eramos los reyes y dueños de toda nuestra felicidad es un rencor amargo por el desfiladero de astromelias que crecieron a la sombra de tu odio primitivo y sin sentido. Tal vez me recuerdes algún día, en tu lecho de casada, me evoques con soberana indiferencia y te des cuenta que caíste en la trampa de la nostalgia, pero para entonces no quedará ya nada, ni tu pudendo rencor ni mi sombra borroneada por el páramo del cielo abierto. Entonces querrás hundirte en mis brazos o hacerme estallar de una vez por todas... pero no podrás, porque el tiempo arrancó de cuajo las alas de nuestro ángel de palabras y cigarros de la madrugada. Y no habrá nada, nada que puedas hacer para torcer el rumbo sinuoso del pasado, tal vez yo recordaré la noche de año nuevo en la que quería amanecer al amparo de tu museo de sensaciones vivas, a la sombra de tu ternura de mamífero oloroso a sales de baño. Tal vez te recuerde otra noche como ésta, y piense en lo que pasó como otro acertijo sin respuesta del que ya no me preocuparé más. Mientras lo que pudo ser se irá desarrollando en ese otro universo donde pasa todo lo que rechazamos por temor, o negligencia o soberbia o vacilación, pero para ese entonces tampoco encontraré tu sombra de argamasa mandándome mensajes de texto, ni pensándome y sintiéndome acaso acostado en tu somier de plaza y media, ni una película de Almodovar que me haga suspirar por tus segundos de maestra, ni nada, ni nada de nada, solo un silencio y una evocación a medio terminar. Con esto me despido para siempre de aquello que me hizo feliz una mañana de enero y no te deseo suerte porque se que la vas a tener, pero no conmigo, ya nunca más.
Un beso y un adios sin rencores y sin enojos. No te cofundas, no como yo. No hay nostalgias ni añoranzas ni deseos, no más.
ResponderEliminarOtro... Un poco me conufundí, si,es casi mi actividad favorita y la que casi realizo con mayor presición. Pero ademas y sobre todo aunque lo sepa muy en el fondo, debo confesar que no termino de entender cómo se nos fué todo taan al carajo, como se nos hicieron imposibles esos sueños tan vívidos, tan obvios y terminantemente favorables, no sé. Cuando sea el tiempo de ser amigos, (sabes a que me refiero) me avisas sí? Te mando un abrazo.
ResponderEliminar