Algunas mujeres tienen el particular don de carecer de vida. Eso no es lo extraño, sin embargo, lo extraño es que a pesar de carecer de vida, están llenas de vida. Buscan el elixir profundo de la existencia y encuentran pan y saliva en el fondo de un vaso. Estas mujeres se aventuran hacia la noche mientras miran su reloj tratando de llegar en hora. Tienen sus torres de marfil, por supuesto, tienen su lencería erótica y sus síndromes pre menstruales. Tienen collares, pulseras y un corazón en medio del pecho. Un corazón de azúcar quemada que odia lo dulce y vive detrás del amargo sabor del dinero. Su vientre es como un deposito, donde se descargan las flemas, los insultos reprimidos y la frustración infinita de este mundo de hombres locos, en busca de poder, perdidos por otra mujer a quien buscan en sus sabanas vacías. Ellas ven la luna en sus parpados, perdidas en la misera de una riqueza algo desabrida. Pero a veces aparece alguna, como en todos los ordenes de la vida, a veces es mas de una que aparece y entonces el paradigma se quiebra otra vez en su ciclo mágico de fénix. Alguien que oficia de Sacerdotisa de Venus, de costurera del alma, de ojos llenos de humedad, de brillo en el rocío. A veces aparece alguien y lo da vuelta todo... dicen que existe... no se.
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