Muchos colectivos masivos suelen tener diferentes impactos, no sobre las personas que los integran sino en el colectivo mayor, la sociedad o sociedades en las que están arraigados. Algunos colectivos tienen un impacto real sobre el diario vivir, algunos tienen que ver con los precios del azúcar, del vino, de los cigarrillos, otros interceden en menesteres políticos tales como educación, salud y seguridad. Otros colectivos simplemente manipulan el estado anímico de sus integrantes, tal es el caso del deporte, en sus mas variadas e interesantes expresiones. Este tipo de colectivos, entre los que perfectamente puede figurar también el arte, la televisión o un club de filatelia, serán denominados Colectivos de entretenimiento, para distinguirlos de los primeros, de los que tienen un impacto directo sobre el área social en relación con lo material . Teniendo clara esta premisa, que dicho sea de paso no es para nada novedosa o reveladora, puedo pasar al punto que motiva la presente intervención. Si nos enfocamos en nuestra región, es decir la sección sur de América del sur, encontramos que uno de los mas relevantes colectivos de entretenimiento, el quizás mas pasiones, tristezas y alegrías suscita en los involucrados, es sin duda el deporte, el fútbol, para ser mas precisos. Basta ver las hinchadas de la divisonal B de la Argentina para notar dos cosas bien claras: una es que los argentinos están enfremitos de la cabeza y la segunda, pero en este caso mas importante, es el verdadero fervor, la avalancha de sentimientos profundos que despierta en una gran porción del pueblo el mero hecho de observar a 22 individuos correr detrás de un balón en disputa de tres puntos abstractos que lo lleven a la cima de una tabla o a una final de cualquier campeonato. En este contexto se generan infinidad de pormenores que la prensa especializada se encarga de seguir minuto a minuto en extensas y por momentos banales crónicas deportivas. Sin embargo hay un misterio, una caja de pandora que lleva el hincha en su pecho, un cofre hermético que es inaccesible a la razón y que es incapaz de influir sobre el área material relativa a lo social. Este cofre misterioso que se abre haciendo volar una inacabable lluvia de papel picado y serpentinas es ver al equipo de uno coronarse campeón de un torneo de relativa relevancia. En ese momento, todos los demás colectivos parecen desaparecer... la política parece un lejano islote donde suceden cosas incomprensibles, la salud parece ser algo secundario ya que el corazón del hincha se siente pletórico de felicidad y bien estar cuando dicho evento acontece. No obstante son solo un grupo de personas que ha logrado su cometido, algo que pasa en los mas variados niveles, todos los días. Nadie festeja cuando el ómnibus pasa en hora por determinado punto, nadie festeja cuando un clavo es eficientemente clavado en una pared, nadie festeja cuando los barrenderos municipales dejan la calle impecable a las dos de la manana. Pero cuando los colores del alma de uno tocan ese cielo pasajero de la victoria sobre si mismo y sobre su tradicional rival, la monada explota, la gente en los bares, los livings, los cuartos, los restorantes, hoteles y bares de mala muerte, sufre el éxtasis supremo de una victoria que apenas le pertenece en la vía de los hechos. La sociedad indefectiblemente siente el impacto de este golpe maravilloso en el alma de dicho colectivo. Los contras sufren, los ojos de los viejos se renuevan de esperanza y genuina emoción de estar vivos, los ninios quedan fascinados y marcados a fuego por la explosión incontrolable de sus mayores, los compañeros de trabajo se afilian a la hilarante e inacabable franquicia gratuita del "sabes como le dicen?" y hasta los mas desinteresados en los asuntos deportivos se arriman a la orilla de los festejos para ver con recelo, asco o envidia al caudal enceguecido de parciales que se parten la boca gritando y alzando sus banderas hasta tocar con ellas el alto cielo de una victoria, que como dije antes, raramente les pertenece. Los informativos resultan copados por el sin fin de noticias que se generan en base no solo al triunfo sino a la derrota del adversario: disturbios, vidrieras rotas, embriaguez etc. El barrio mismo se divide en dos grupos claramente diferenciados. Todo parece a punto de derrumbarse a causa de esta maravillosa y apasionante tontería, de este juego de locos, de esta desesperada carrera hacia lo absurdo, en la que salir vencedor pude resultar en el máximo de los goces terrenales. La felicidad!! sin moverse de la silla, el sillón o simplemente yendo a un estadio.
PEÑAROL
PA' TODO EL MUNDO, CARAJO!!
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