recien anoche pude empezar
a dejarla ir
dormir junto a la ventana
y sentir que eso fue todo
mientras un murmullo lejano
anunciaba las horas
encontre en el cuenco de mis manos
un rescoldo de aceptacion
mientras el monte vecino
trataba de mantenerse despierto
yo repasaba con calma
el mapa de sus labios
el beso del adios
y me iba sacando la piel
lacerada por sus manos
y dejandola ir
porque en verdad nunca estuvo
solo se arrimo a la esquina
me vio pasar y se fue
perdiendose para siempre
en sus viajes y sus noches de borrachera
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