Entre las múltiples puntas en la.madeja de pensamientos que reformaban lentamente mi ser, se hallaba una que insumía una gran cantidad de mis energías. Más adelante detallaré los pormenores de aquel reencuentro maravilloso con V, único e imperfectente perfecto que tuvo lugar en las últimas horas del 12 de agosto, exactamente 2 meses después de la supuesta última noche juntos.
Nuevamente no existían contratos vinculantes entre nosotros, solo nos queríamos, nos queríamos mucho, pero ahora nuevamente ella estaba en el exterior y yo acá, tupido de vacilaciones en la tarde fresca aunque soleada de un Montevideo sin ella.
Parecía una ácida broma del destino que en el momento en que renovaba el diálogo con V, otras chicas se disputaran mi atención. Aquí radicaba pues, el quid de la actual encrucijada. No deseaba yo a más nadie que a ella, solo para ella tenían mis labios besos disponibles, solo su calor era capaz de aplacar el frío de la sangre que circulaba en mis venas. Sin embargo la idea de pensarla en brazos de otra persona me impulsaba nuevamente a resguardar mi dolor en alguna amante ocasional, para prevenir de este modo el desasosiego de saber que ella podría no desearme del mismo modo que yo a ella.
Este método había tenido pésimos resultados durante el pasado verano, cuando las cosas con V iban relativamente bien, cuando yo, gambeteando los escasos accesos de celos que surgían, me entregaba a los brazos de cualquiera que desease tenerme ahí. Esta era mi única forma de sentirme protegido ante la eventualidad de saber a ciencia cierta que ella explotaba su sexualidad abiertamente. V fue categórica en este respecto cuando se lo comuniqué, me dijo vos convenientemente aceptaste eso para tener la libertad de encamarte con veinteañeras sin sentir culpa. Ella afirmó que no se sentía obligada a serme fiel por la presión de un contrato entre nosotros, sino porque lisa y llanamente solo deseaba la intimidad conmigo. Jaque mate.
Mucho había acontecido desde entonces y en este momento las dudas volvían a acosarme de igual manera que antes, pero sabía que ahora era muy improbable que su corazón dictaminara las mismas conductas que en aquel entonces.
En nuestro reencuentro le pedí disculpas por aquella oprobiosa conducta y reconocí haber sido un auténtico imbécil. Ella aceptó mis disculpas, no obstante la situacion se tornó cíclica y acá estaba yo, recibiendo material altamente erótico de una seguidora de Facebook y no sabiendo que hacer al respecto. Por un lado, la atractiva (en este caso) treintañera me parecía muy apetecible y su disponibilidad al sexo casual estaba manifiesta de las más sórdidas y explícitas formas. No quería volver a incurrir en los errores del pasado y tenía el vivo deseo de consagrarme a V, estuviese ella en el país o no, pero temía que si ella no sentía igual que yo y abría sus brazos para dejar entrar a otros sin miramientos, mi corazón quedaría de nuevo en escombros y tal cosa no debería acontecer en forma alguna, me prohibía volver a sufrir por amor no correspondido, por esa falacia mal llamada amor no correspondido, que era en realidad un capricho oscuro y autodestructivo del corazón sin rumbo.
La extrañaba tanto... pero distantemente, se podía decir que estabamos juntos, cada uno a un lado de una cuerda intensamente misteriosa. Acobardados por sinnúmero de dubitaciones que hacían otra cosa que empañar la magia desconocida de nuestro vínculo.
Mientras pasaba el dorso de mi mano por mi barba, el ocaso se recostó en el oeste y con el llegó nuevamente el frío, tomaba mate y fumaba frente al televisor apagado, sumido hasta la coronilla en esta y otras cavilaciones. Fue entonces que decidí reservar mi corazón a ella y aceptar lo que viniese con la marea de lo imprevisible. Seguiría mi instinto de permanencia a su abrazo y evitarme en lo posterior, tener que lamentarme y pedirle disculpas por cuidarme las espaldas con garches sin importancia. Si ella actuaba de forma diferente, recaería en su persona, la tarea de lidiar con sus sentimientos del mismo modo que lo hice yo en otras oportunidades. Iba a darle la privacidad de mi amor, la exclusividad de mi deseo sin pedirle nada a cambio.
Parecía una ácida broma del destino que en el momento en que renovaba el diálogo con V, otras chicas se disputaran mi atención. Aquí radicaba pues, el quid de la actual encrucijada. No deseaba yo a más nadie que a ella, solo para ella tenían mis labios besos disponibles, solo su calor era capaz de aplacar el frío de la sangre que circulaba en mis venas. Sin embargo la idea de pensarla en brazos de otra persona me impulsaba nuevamente a resguardar mi dolor en alguna amante ocasional, para prevenir de este modo el desasosiego de saber que ella podría no desearme del mismo modo que yo a ella.
Este método había tenido pésimos resultados durante el pasado verano, cuando las cosas con V iban relativamente bien, cuando yo, gambeteando los escasos accesos de celos que surgían, me entregaba a los brazos de cualquiera que desease tenerme ahí. Esta era mi única forma de sentirme protegido ante la eventualidad de saber a ciencia cierta que ella explotaba su sexualidad abiertamente. V fue categórica en este respecto cuando se lo comuniqué, me dijo vos convenientemente aceptaste eso para tener la libertad de encamarte con veinteañeras sin sentir culpa. Ella afirmó que no se sentía obligada a serme fiel por la presión de un contrato entre nosotros, sino porque lisa y llanamente solo deseaba la intimidad conmigo. Jaque mate.
Mucho había acontecido desde entonces y en este momento las dudas volvían a acosarme de igual manera que antes, pero sabía que ahora era muy improbable que su corazón dictaminara las mismas conductas que en aquel entonces.
En nuestro reencuentro le pedí disculpas por aquella oprobiosa conducta y reconocí haber sido un auténtico imbécil. Ella aceptó mis disculpas, no obstante la situacion se tornó cíclica y acá estaba yo, recibiendo material altamente erótico de una seguidora de Facebook y no sabiendo que hacer al respecto. Por un lado, la atractiva (en este caso) treintañera me parecía muy apetecible y su disponibilidad al sexo casual estaba manifiesta de las más sórdidas y explícitas formas. No quería volver a incurrir en los errores del pasado y tenía el vivo deseo de consagrarme a V, estuviese ella en el país o no, pero temía que si ella no sentía igual que yo y abría sus brazos para dejar entrar a otros sin miramientos, mi corazón quedaría de nuevo en escombros y tal cosa no debería acontecer en forma alguna, me prohibía volver a sufrir por amor no correspondido, por esa falacia mal llamada amor no correspondido, que era en realidad un capricho oscuro y autodestructivo del corazón sin rumbo.
La extrañaba tanto... pero distantemente, se podía decir que estabamos juntos, cada uno a un lado de una cuerda intensamente misteriosa. Acobardados por sinnúmero de dubitaciones que hacían otra cosa que empañar la magia desconocida de nuestro vínculo.
Mientras pasaba el dorso de mi mano por mi barba, el ocaso se recostó en el oeste y con el llegó nuevamente el frío, tomaba mate y fumaba frente al televisor apagado, sumido hasta la coronilla en esta y otras cavilaciones. Fue entonces que decidí reservar mi corazón a ella y aceptar lo que viniese con la marea de lo imprevisible. Seguiría mi instinto de permanencia a su abrazo y evitarme en lo posterior, tener que lamentarme y pedirle disculpas por cuidarme las espaldas con garches sin importancia. Si ella actuaba de forma diferente, recaería en su persona, la tarea de lidiar con sus sentimientos del mismo modo que lo hice yo en otras oportunidades. Iba a darle la privacidad de mi amor, la exclusividad de mi deseo sin pedirle nada a cambio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario