martes, septiembre 06, 2016

XLII

   Cada tanto sentía un poco de miedo o tal vez fuese solo ansiedad, pero el resultado era prácticamente el mismo, una sensación de apremio que no sabía bien como canalizar y que casi siempre acaba volviéndose cíclica y tenaz y paralizante. 
    En las últimas semanas ni siquiera la murga podía combatir aquella oprobiosa sensación. Hubo una merma importante en las invitaciones a cantar en festivales, de hecho desde aquel en el Chulo dónde fui con V, no habíamos vuelto a performar en público. Los ensayos, como era esperable ya que tarde o temprano termina ocurriendo, se habían vuelto problemáticos, trabados, discutidos y las reiteradas inasistencias no contribuían al progreso grupal. Estábamos organizando una peña en el recoveco, pero yo francamente dudaba que aquello funcionase, ya que toda la organización estuvo plagada por diferencias internas y demasiadas discusiones, esto no ayudaba a sentirme más cómodo en absoluto, de hecho en determinado momento durante uno de los ensayos, sentí un irrefrenable deseo de abandonar la murga, mati y soledad presentaron un proyecto de retirada dónde no tomaban en cuenta las canciones que yo propuse un par de meses atrás, aparte tenía algunos pasajes que yo consideraba pueriles, desprovistos de belleza e indignos de una retirada, donde la emoción debería ser el agente catalizador. Para colmo, un domingo tuve la pésima idea de volver a escuchar el audio de nuestra presentación en el concurso Murga Joven del año anterior, tanto las letras como los coros, aberrantes por su desafinación y la carencia absoluta de arreglos, me hacían doler el pecho en una búsqueda desesperada de no volver a incurrir en aquellos errores. El grupo se había renovado y seguramente el conjunto de las voces no iba a ser el principal problema, sin embargo lo que me preocupaba sobremanera eran las letras, si bien lo que estamos ensayando no era exactamente una maravilla, estaba dispuesto a defenderlo con lo mejor que de mi ser saliera. La retirada. Ahí estaba el problema, yo sentia que debería ser el punto más fuerte del espectáculo y sentía la vehemente necesidad de dejar en ella la huella de mi poesía, aunque la cosa no venía del todo bien aspectada. 
    Era martes, jugaba Uruguay por eliminatorias a la misma hora del ensayo y en la tarde gris de colón yo me debatía entre las ganas irrefrenables de cantar y el temor de que el ensayo, a causa de las inasistencias se volviera una aplastante sesión de asamblea en la que los ánimos tendían a desparramarse, aparte y para variar, estaba sin un peso y me pesaban las bolas de gastarme los pocos que tenía en hacer todo aquel viaje para volver angustiado y re caliente. Temía además que finalmente mis instintos desenfrenados y mi naturaleza agresiva acabará por dar una escena de violencia de la qu iba a ser muy difícil volver atrás, de modo que ahí estaba yo, como ya era casi normal por aquellos días, debatiendo en la gruesa mar de las dubitaciones, paralizado mientras el tiempo se iba sin remedio, acosado por innumerables fantasmas que desplegaban macabros desenlaces y yo apichonado, cagado, paralizado en la minuciosa fuga del tiempo de la vida. Desanimado e inquieto por dentro mientras que por fuera todo era dureza y plomiza quietud y apariencia de total apatía y desgano. Era hora de ordenar la casa, tomar una ducha y como todos los días, abandonarme a lo desconocido. V seguía en su fase de total mutismo... 

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