Esta noche es delicia de mi curiosidad, porque el viento trae un perfume demorado entre las flores, a jugar a medio camino de tus ojos y los míos. Me pareció ser un reloj de arena, cuando casi se cae de tus labios un beso inmaduro, bajo el cielo recien barrido y la luna que adelgaza de paciencia y fascinación. Al momento de cantar, no me hace falta ver tu perfil de marfiles y turquesas, porque me recorre el fluido natural de tu pasión como un rocío o una fina niebla de nuez y de alegría. Entonces sé lo que te pasa, entiendo porque a veces te retiras apenas del friso para ser cariatide de ausencias en la frágil longitud de la clarinada. Pero cuando tu voz alcanza a la mía y ambas se funden en un conjuro sin trancaderas, el infinito de tu pelo se vuelve canela y vapor, irracional amuleto de mis ojos, caricia al vacío en el aire sonriente del chulo.
Toda mi agonía es un volver a florecer alguna vez para tus piernas de arquitectura helénica. Nos darán las 3 en una plaza, acaso mañana o tal vez nunca, mientras te busco en las penumbras.
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