Encontrar entre las toneladas de polvo que aquietan las repisas, una pregunta del pasado que ahora ya no busca respuesta. La luz amarillenta de Soriano; el permanente recuerdo de un despertar y ver sus ojos; la copa de vino previa al amanecer; creer saber que su estela sigue engalanando las sonrisas de todos los incautos; dejar de desear, desertar.
Chilló la puerta, al entrar un perfume invadía las escaleras como un temblor acuoso. Llegué a abrir la ventana solo para ver el despliegue púrpura del amanecer entre nubes. Prendí un cigarro y lo termino de fumar en este mismo colchón donde no mentí cuando, después del opresivo amor del carnaval, dije te amo por última vez. Entonces palo santo, que no llego a prender por éste frenesí de caracol galáctico que me arranca las palabras para revolcarlas en el barro de "ya no te quiero", de verdades de grasa, este barro insomne donde se termina de forjar la palidez y la humanidad. Se van cayendo entonces, navegando la aurora, mis imágenes desvencijadas. Me comprimo a la vez que me explayo, me desdigo infinitamente cuando me doy cuenta que mi piel todavía te reclama. No soy yo. No es nadie. Nada lava el hollín que tantos adioses me han dejado pegado en las pestañas, nada acusa más mi hermosa soledad que la perpetua dicotomía de ya no hablarnos nunca más. Eso que el ácido.. Pero no. Ni siquiera cantarle a la luna esa canción que nos define, ni amar más el desamor, ni adorar más la descreencia de saber que vas a volver, nada cristaliza más que la revelación ultima y definitiva de saber que no existe más revelación última y definitiva que la muerte. Por eso me doy el lujo y la libertad de escribirte y de romper la promesa de erradicarte se mis versos para siempre, porque soy mientras no soy. Ahora sí que se viene el día, todavía está la luna, hecha de cristales y rocas de otra vida, agonizando de realidad hacia el poniente.
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