miércoles, mayo 16, 2018

Las Ánimas -31-

 - Ustedes lo supieron todo el tiempo, me hicieron toda la caída, no sé si abrazarlas o mandarlas a cagar.
- Epa! Qué forma de hablar a tu tía es esa - dijo una cuarta voz también a mis espaldas. Las sorpresivas apariciones parecían sucederse como en un guión de Sofovich. Miré hacia atrás. Era Valeria. 
 Al darme vuelta, el pulso de mi corazón tuvo un quiebre y durante el tiempo que permanecí viendo los rojos labios, la piel tirante y deseable, como protegida por la perfumada cabellera, creí que el aire no bajaría jamás al fondo de mis pulmones. 
 - Hola mija, vení, sentáte. - le dijo Tití, palmeando con simpatía, el asiento de la silla que estaba a su lado.
 - Permiso, Olga. - Se sentó. - Y a vos? Cómo te fue en tu cabalgata?
 Me dio otro poco de miedo que ella supiera de mi actividad. Miré a la tía y a Beatríz con un reproche avergonzado y ambas ríeron como niñas.
- Nosotras no le dijimos nada. - apuntó Bea con un toque de malicia solapada. 
- Nadie me dijo nada, no seas paranoíco, yo te vi.
- Ah... Pensé que... Bueno viste cómo son estas dos... Cómo... Cuándo... Eh dónde me viste, porque justo... - yo, sin poder dar una linealidad a mis pensamientos. 
- Hago Yoga - dijo Valeria - y la cima del cerro Enano es un lugar especial que me ayuda a relajarme y a cortar con la máquina de la cabeza un poco, viste?. Te vi cuando venías bajando, montado en tu yegua blanca. La verdad que dabas una imagen imponente. Es igual a la que tenías antes, no?
 Su voz, sumada a su rostro, sumada al hecho de saber que me había visto y que encima hasta ella se acordase de Ladiana, me hizo perder la confianza con la que me levanté. Busqué temerosamente la ayuda de las dos viejas que nos miraban hablar, sumidas en una exagerada actitud de enamoradas. Mi tía hizo un gesto con los hombros que yo entendí como un "nosotras no sabemos nada". Arriba de su sonrisa, la mirada de Bea tomaba tintes casi mágicos, su intensidad me hacía doler un poco el centro del esternón. Tambien ella hizo un gesto como de impotencia, abriendo un poco las manos y levantando ligeramente los pulgares. 
 - Así que haces Yoga, mira vos...
- Sí, hace años que hago. Deberías probarlo, tenes pinta de estar muy tenso.
- Qué hora serán ya? Yo sigo con sueño. - lancé yo como parándome de un salto, sin darme cuenta que no hacía más que reforzar la idea de que estaba mortalmente tenso. Lo estaba.
 Me vino un impulso de huir de la escena, volver al páramo de inconsciencia en el que tan protegido estuve. Me recorrió el temor de imaginar que las tres mujeres estaban confabuladas para hacerme alguna cosa que yo no era capaz de identificar. Me paré.
 - Volvé a sentarte Hernán, no seas ordinario. - Me escupió Beatríz, haciendo que con su voz, todos mis músculos se paralizaran. Volví a sentarme. 

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