El mundo, alfiler que apura, noche primavera en Paso Molino. Un destapar de lechuzas y ratas, que puede ser y será, alquimia de pájaros y renacer inesperado. Se ve que cada noche de sábado, debo soñar con alguna mujer que quise. El resto es jarabe y arcaico pericón sobre el viaducto, o almácigos de sauces, huérfanos en la sedada quietud de un jardín; Montevideo es un grito. Feroz nubarrón de humedades y circos que la historia ha querido borrar. Corredor antiguo. Flor del conventillo y secreta oración bajo las sábanas de una niña piscina con ojos como pozos. Perfume pobreza, viaje de eterno azar hasta muerte de gota por los pretiles. Quise desexplicar el mundo, y terminé conociendo a la mamá religiosa de un amigo bohemio, en la medianoche que la murga organiza, bajo el alcohol y el licor de otras mil canciones de fiesta. Nadie escapa del radar, nadie espera más violetas en la inoportuna piedad de la madrugada. Nadie dira "victoria", porque el tiempo de "se duerme" y de los Patos del 2015, se ha desvanecido, entrgándose al abandono sin mejor defensa que el sueño vago de un sábado a la noche. Sin más dolor que el de un "la quise tanto" que a más tardar, se morirá antes que el alba corte el cielo de la calle Lanús.
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