Malabarista bajo la llovizna, entrenado en el arte de soportar miserias con una sonrisa, tu melancolía se hace una cortina de cenizas en la humedad del camino Coronel Raíz. Cualquiera sería incapaz de notar que un tigre blanco te ha dado un zarpazo de rabia en el pecho, nadie se pondrá a evaluar jamás la magnitud de tu inundación, la pálida avalancha de tus cartas vacías. Malabarista azul en la inmensidad informe, tu apocado discurso de poeta barriobajero, se esconde temeroso de orgullo en rincones y banderolas, en barras sucias y puertas de chapa, en la sombra de un nogal oscuro y en el resplandor abisal de una tarde partida por la cintura. Capáz no querés ningún rescate, capáz ni siquiera una moneda y alguien dijo como al pasar, que no te gustan los malabares.
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