Esta es la última hora, probablemente la última poesía que tenga para mí éste año de la rata que tan a favor me ha jugado, no puedo mentir. Las flechas del amanecer caen ahora a mi alrededor y fumo tabaco mientras tecleo insomne buscando la inmensidad en el escritorio de mi cuarto. ¿Alguna vez te pasó? Ver el camino, recordar sus recodos y sus fríos de cagarse... Doblar en una esquina de la memoria y de imprevisto encontrar viejos tesoros ahora apolillados por las palabras cercenadas y las madrugadas vacías. Las catedrales permanecen hundidas todavía en las más profundas piedras y el horizonte por suerte sigue siendo inalcanzable, pero a la vez doy gracias por siempre estarle atrás, espiando con inocente curiosidad sus infiernos latentes e imaginando los más calmos y relajantes segmentos de sus inacabables paraísos. El vino y el agua no han faltado, tampoco las lagrimas ni las carcajadas, por otro año así aquí brindamos y solo esperamos poder acceder a la continua promesa del progreso sostenido y la felicidad sustentable.
Dedicado especialmente al Sr. N
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