Existo, palidamente sobre este universo de bochas inflamadas en lento desplazamiento. A veces me siento estático en la correntada ingobernable del infinito que acecha. Porque no mejor sostener con ambos brazos la longitud total de las derrotas y con un impulso que provenga desde el colon, arrojarlas sobre el horizonte famélico de ausencias. Necesito entender al menos el inicio del misterio que me ha traído hasta aquí, aunque sea el delirante sino de mi pertenencia a tus brazos. Pero una y otra vez la Tierra me demuestra lo complicado de complacer que es ese corazón de bóveda profunda, me enfurezco, me decepciono, tengo miedo pero por el otro lado estoy tranquilo, confiado y totalmente entregado a mi poder personal. Hay noches en las que todo sale para el culo y no hay vuelta ni manera de cómo controlarlo o si quiera apuntalarlo para decir, al menos mañana voy a estar vivo, vamos a estar juntos, vamos a poder hacerlo. Contigo es tan complicado, igual que conmigo, tener alguna certeza, al menos minúscula si tus lágrimas, si tu rechazo, si tu odio contenido, si tu amor cariñoso, si tu látigo vespertino, si tu par de lucero orbitando en la cuenca de tus ojos. Me complica comenzar a desentrañar la maraña de palabras y respuestas tuyas que flotan en el aire, me deshago en un suspiro que no me lleva a ningún lado mientras la hora, apasionada devoradora de vida y almas, me acosa con su mirada de calavera. Voy a volver a retomar las riendas de esta historia, cuando puedas dominar esa callada manera de meterme la estampida y de pensar que no haces nada malo, que el sorete siempre soy yo. Algún día, alguna tarde plateada de ensueños nos veremos a los ojos y podremos decirnos la verdad, ese molusco antiguo y pegajoso que necesita salir mas solo encuentra las mezquinas ventanas de nuestro orgullo exacerbado, nuestra cresta indomable de gallina de cristal. Veremos dijo aquel ciego cuando con las manos abiertas esperaba la lluvia del amanecer, parado frente a su destino y con las flechas de su suerte zumbándole las pelotas cada cuatro segundos. Veremos dijo y se hizo la señal de la cruz aunque no creyera en Cristo ni en el papa ni en el cura de la parroquia de la esquina de su trabajo. La noche comienza a decaer y vos tenes responsabilidades... yo solo tengo este entrevero de gustos y deseos, esta cárcel de sueños que se desdobla e intenta rajarse por cualquier hendidura para desembocar al fin en algo cierto, en algo duradero, en algo legitimo y sobre todo viable y posible. A esta altura la verdad que ya ni sé si me querés, me parece que sí, pero acá vuelven otra vez, en su ejercito de fuego alucinado, las dudas, las putas dudas que nos estan haciendo pedazos, amor, en esta noche de invierno en la que no hay otro lugar en el universo para los dos que uno al lado del otro, durmiendo en un calor de lecho que desafía con vanidad al signo desgarrador de la helada sensación térmica. Vos querés todo así y yo solo te quiero a vos, que se yo, puta madre. A veces soy tan nabo, que me cagaría la mitad de todos los dedos de la mano, porque me doy cuenta que somos capaces de echarlo a perder sin antes haber dado lo máximo de nosotros mismos para que la cosa salga adelante, pero claro, vos con tu discursito pesimista de mierda me tienen las tripas rellenas de fibra de vidrio, porque tengo el deseo ferviente de salir adelante y te estoy diciendo que lo doy todo por vos, pero no alcanza, obvio que nunca va a alcanzarte porque a vos no hay nada que te alcance, ni siquiera todo y más que todo mi mejor y poderoso amor.
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