Tomé un malbec 2016 que estaba junto a otros vinos dentro de un canasto para frutas en un rincón de la cocina. Valeria seguía de espalda con Beatríz. Asentía con interés a las indicaciones de la repostera. Quería hablar con ella, pero no encontraba un pretexto, no hubiese podido sacar ningún tema sin revelar mi auténtico deseo, ver de más cerca sus labios y sus ojos, en qué se convirtieron después de tanto tiempo. Me venía a la cabeza el comentario perdido que había estado en el extranjero. Dejé de verla varios años antes de irme a Buenos Aires. Me preguntaba qué edad tendría ya. Acaso 25..? En ese caso le llevaría 10, lo cual no me parecía ningún impedimento para... Ni siquiera como para que los comentarios venenosos nos llegasen a alcanzar... O sí, más bien que sí, los comentarios venenosos siempre me llegaron a alcanzar.
-Eh...- dijo Rolo tocándome el hombro.- Te vas a quedar mucho tiempo con esa cara de paloma?
-Calláte, tarado. No ves que estoy buscando un cenicero.- mentí, pero agarré un cenicero que estaba en un aéreo.
- Perfecto! Otro cenicero para el señor. Volvemos entonces?
- Te comí en dos panes. Te dejé salir primero para ver si sorprendías y te tuve que alcanzar.
- Dejá, primo. No corres ni perseguido por los milicos. Sos un sinvergüenza.
Ninguna de las dos mujeres pareció prestarnos atención. Comían con la punta del cuchillo, algunos pedazos celestes de la torta reventada. Las piernas de Valeria, dentro del vaquero clarito tenían la forma del paraíso y su cintura, alta y delgada, aunque bien polenteada, implantaba latidos de toro en la intimidad de mis venas. No quería mirar, pero miraba. No quería sentir el contacto de su piel contra mis ojos, pero definitivamente lo sentía, súbitamente afiebrado. Disimulando y entre risas, volvimos a la mesa de la música.
Descorchamos la botella y nos rellenamos la copa. Le servimos a los pibes en unos vasos plásticos.
- Ven? Cuando sean personas de bien el mundo los va a dejar tomar en una bella copa de cristal.
- Como ésta.- acotó Rolo.
- Mientras tanto, mientras siguen con la motito y con la paja, tomarán en vasito plástico.
Los pendejos se reían, festejaban todo. Tomamos el vino con absurda rapidez para faltar solo 15 minutos para las tres de la mañana. Los amigos de mi primo junto con el, bailaban alegremente sobre el césped. La tía Olga se acostó sin despedirse de nadie, como lo hizo siempre. Mi viejo se acostó también, antes de hacerlo pasó por donde mi primo y yo estábamos boleados del pedo.
- No hagan relajo. No me importa que sean grandes, igual se los digo. No se manden ninguna de las de ustedes porque después hay que rajar hasta minas al hospital y no. No porque imaginate tu tía, le viene algo. Por favor. Nada de escándalos.
Mi primo y yo llevábamos 2 o 3 minutos sin hablar. Lo miré. Dormía. Se había quedado dormido en poltrona de mimbre que se trajo de adentro cuando nos instalamos al mando de la música. Sonaba hacía un buen cuarto de hora el disco Sobredosis, de Karibe. Me sentí solo. Perfectamente solo, con la mirada cruzando el fondo para no perderme nada de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario