El primero en romper el silencio fue mi primo, pero al pronunciar la primer sílaba de quién sabe qué admiración, Valeria volteó hacia él y lo detuvo en seco.
- No. Nada de hablar. Vamos a levantar campamento en total silencio y cada uno vuelve por donde vino.
- Pero... Y yo? - preguntó asustada, Noelia, quien había llegado hasta ahí con Rolo.
- Vos te quedás en casa. - Sentenció Valeria, sin dejar lugar a objeciones.
Yo me hallaba todavía inundado por las sensaciones del místico episodio, pero todas mis dudas e inquietudes se apaciguaron ante la inusitada autoridad de Valeria, que emanaba un poder y un dominio de la situación que despertó en mí, una aceptación y una armonía que me hacía acatar, con gusto y sin reproches, cualquier cosa que ella dijese.
Sin hablar, levantamos todas cosas al tiempo que, desde el este, el cielo comenzaba a franjearse con los primeros tonos arrebol del amanecer. El equipo funcionaba de forma orgánica y en menos tiempo del esperado teníamos todo listo. Pude adivinar que ninguno de nosotros sentía sueño, sino que por el contrario, todos nos hallábamos con gran energía. Valeria le hizo seña a Noelia para que se adelantase. Rolo ya caminaba rumbo a la casa de la tía con el bolso colgado al hombro. Ella y yo nos miramos, supongo que adivinó en mis ojos algún tipo de pregunta y se aproximó a mí, poblando el aire que nos separaba, con la fragancia mágica de su piel.
- Descansen un ratito y después hablá con tu socio allá en Buenos Aires. Que te vas a quedar un día más acá, decíle. - me ordenó, sin dejar lugar a que pudiese desplegar excusa alguna.
- Bueno... Pero qué..?
- A las 7:30 andá con Rolo y nos juntanos al pie del Cerro Enano. - interrumpió, sabiendo lo que le iba a decir. - Capaz entonces podamos aclarar algunas cosas.
- Primo! - sonó la voz de Rolo desde el límite del parque.
- Andá. Nos vemos en un rato - dijo ella y dándose media vuelta apresuró el paso para alcanzar a Noelia.
Llegamos a la casa sin mediar palabra. Aún nadie se había levantado, quedaban ya muy pocos familiares y era evidente que todos dormían. El silencio era exquisito, reinaba una paz de ensueño y sólo las aves acusaban algún tipo de existencia mientras el sol asomaba su cresta por algún rincón indefinido entre los cerros. Rolo y yo compartíamos el mismo estado de excitación y ninguno de los dos tenía intención de dormir. La cara de mi primo revelaba frescura y vitalidad.
-Apronto el mate, entonces?. - dijo.
- Y, yo diría.
- Estás como pa' fumarte uno?
- eh... Sí, por qué no?
- Bueno, entonces armá mientras yo hago el mate. O no, mejor vos hacé el mate, que te queda riquísimo, y yo armo una rica OG Kush que tengo acá.
- Me parece justo.
Ambos entramos en la cocina y Rolo salió al fondo con su lata mágica. Puse agua a hervir y el mate a hinchar, y mientras tanto, ordené la mesada, barrí y pasé un paño húmedo por el piso, dejando todo tal cual estaba.
Al cabo de unos minutos salí también al fondo, mate en mano y el termo bajo el brazo, una sensación de paz como hacía mucho no experimentaba, me llenaba por completo. Rolo tenía ya listo un buen porro en su mano y me miraba sonriendo. Me senté a su lado y le entregué el termo y el mate, aduciendo que sus habilidades de cebador, superaban ampliamente las mías. Lo recibió orgulloso y cebó el primero. Prendí el faso.
- Qué te dijo Valeria, cuando nos íbamos.
- Que a las 7:30 nos encontramos los cuatro en el Enano para ver si aclaramos un poco las cosas.
- Y vos no te tenías que ir hoy temprano?
- Ah, sí. Que llamara a Miguel y avisara que me quedo un día más acá.
- Fah, primo, qué dominio que tiene esa guacha.
- Es increíble. - tosí, atorándome con el humo dulzón y potente.
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