Antes que nada agradecer al responsable por la banda sonora de la vida, que puso esta hermosa canción en las cercanías de una medianoche de setiembre, justo cuando el bondi pasa frente al castillo donde una vez viví. Fue en invierno, y V todavía respondía a algunos de mis correos electrónicos. Después la avenida Millán se volvió tosca o tupida de una reiteración adormilante. Flota el solo de guitarra sobre el asfalto brilloso de humedad y sigo algo interrumpido por pensar en la fragilidad. Parece que temo a la carne cayendo entre relojes que anuncian el olvido total. Siguen subiendo jóvenes de auriculares al ómnibus y una canción de La Vela Puerca me devuelve a un estado previo al de maravillarme ante lo escrito anteriormente. Retorno pareja al construir bloque de Asociación previo. Premio desconsolado una mañana perdida de enero que al ser rememorada sonríe con algo de displicencia. Ir llegando al barrio casi nunca es ir, sino volver, y así lo confirma ahora una prehistórica canción del Cuarteto... Porque yo la quise amar. Sin embargo volcanes pintaron con sangre la miseria escondida de mi pellejo. Los ojos destruyeron aquello que la mente temió para el corazón. Una botella de Zillertal voló por los aires, y eso fue todo. Se terminó aquel carnaval.
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