Me siento a escribirte en esta plaza, con el lomo cansado y destapando una lata de IPA brindo por vos. Tu cuerpo está bajo ésta luna porque abriste los ojos en carnaval. Nos engaña la distancia, sabes? Nos hace descreer de nosotros ésta tensión larguísima o interminable, ésta cantidad de eternidades que pasaron desde la última vez. No hay tablado que valga ahora, porque casi todas las murgas duermen en percheros oscuros, donde solo queda silencio y melancolía. Salió la primera estrella a saludarte, la avenida se empieza a cambiar la ropa de sus luces y lo que fue tu sol ahora es mi anaranjado mundo a media máquina, de lomo cansado, de ladrido y relincho, pies que arden por tantos pasos. Al menos la misma luna me da también a mí en la espalda, y me hace creer que viene con el reflejo de tus ojos ilimitados, esas dos canciones hermosas que flotan a mitad de tu cara. Puede el olvido disolver lo que las almas en candente vinculación forjaron en nombre de la eternidad? Es la eternidad más larga que ese momento de sedosa y lubricada fusión, donde todo es hecho con las tripas y la garganta? Por qué hasta hoy, hasta esta calavera de gala sin tablado popular y sin tu respuesta, sé perfectamente porque te sigo escribiendo... Alguien nos regaló ésta perdición de repetir amores de realismo mágico caribeño. Te deseo solo lo mejor.
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