Que triste es darse cuenta que aquellas amables figuras de antaño se han tornado grises sombras que acechan y amenazan puñaladas en cada respiración del presente. Que triste es darse cuenta que uno está otra vez por su cuenta y que aquellas jóvenes ilusiones de amor están hoy pisoteadas por la horda de animales ciegos que pastan la miseria de su pensamiento alrededor nuestro y sin pedir permiso ni perdón disparan su flecha certera desde la fortaleza que les otorga el pétreo semblante con el que juzgan y opinan.
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