Ahora llueve y yo escucho el Traveler, ahora llueve, canta la sirena atomizada de la lluvia, se la escucha doblarse y astillarse en un millón de liquidas estacas que se dan contra todo... de arriba para abajo. En este spot, yo mirador, yo inactivo pedazo de sueño que parece inmóvil bajo la marea de las lunas, yo desde acá, antena de radio, mirada vacía, yo, escucho las voces que vienen desde lejos y pienso... mientras llueve. Estrella, estrella dorada y radiante, profundo sol que caes con suerte sobre esta hora sin sombras ni luces ni oscuridad. Parece que tengo una puerta abierta al infinito... pero el silencio ensordecedor me tortura sin dolor mientras tiemblo acaso, miro el monitor, llueve y escucho el Traveler. Otra vez, cae más agua, más universos de fría y elemental sustancia voladora, mientras el trabajo le va llenando de pedos la mente a uno y ahora un poco más fuerte y otro poco más, la lluvia cae. Yo creo que conversa con la noche de una forma muy peculiar y esperanzadora. No me olvido que estamos en el principio de la primavera... y eso siempre cuenta. Sobre todo cuando estas en rocha en pleno enero o febrero y las estrellas son una crema gelatinosa flotando a cuarenta metros de la arena plateada y el océano que se incendia en noctilucas a cada respiro del agua, parece nunca haberse ido, pero sí. De todas formas ahora todavía no... supongo que nunca volveremos a vernos, pero sé que no es cierto. Así que otra vez en la ruta, gris, descubierta y casi perpetua, nos veremos otra vez las caras. Pero no esta noche, porque yo escucho el Traveler y afuera llueve.
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