¿Qué quiero? Entreverado en pensamientos oscuros, harto de ver como las promesas cargan oscuras mascaras de necesidad idiota, cansado de verle la cara a la mentira, siento que me persigue, siento que quedan pocas cosas realmente puras. Sin embargo se muy bien lo que quiero, quiero algo verdadero, algo que se pueda mirar a trasluz y ver a través. No puedo evitar latir de terror, no puedo evitar que mis rodillas tiemblen cuando algo no entra en los planes, siento que el universo entero puede colapsar sobre mi cabeza hueca, sobre mis ojos ciegos. Tengo en mi corazón el oscuro peso de dolorosas frustraciones, anclas siniestras de fantasmas pasados, me muerdo los labios en la penumbra y vuelvo a creer una vez más hasta que un punto rojo en la oscuridad me sugiere que fuman, que se fuman mi confianza en la pipa de una risa apagada, de unas manos temblorosas que prefieren callar. Pero aun así, contra todo pronostico de mi derrumbado sentido común, sigo caminando ciegamente hacia tus orillas lejanas, lucho cuerpo a cuerpo con los feroces leones de mi estúpida paranoia, viendo afilados colmillos donde están tus pacificas montañas, viendo mariposas donde vuelan los tétricos murciélagos de tu noche silenciosa, viendo panteras en los gatos domésticos, viendo el peligro más aterrador en una llamada telefónica, en un mensaje de texto. Sin embargo y más allá de todas las absurdas confusiones, continúo mi camino por el sendero de tus piernas hacia lo que deseo que sea el amanecer de esta nueva noche que compartimos. Quisiera también, en una de esas, detener este temblor sísmico que me susurra cosas horribles al oído, pero se ve que tantas son las pesadillas que me atormentan en la noche, que me rehúso a comprender la simple verdad. Bailo atado de manos en la ruleta hermosísima de tus ojos que cambian de color. Bailo poseso en un trance de amor, eléctrico y primitivo entre las blancas gaviotas de tus manos, esas aves, que pintan mi cielo de caóticos colores, de peligrosas señales de "debemos huir", pero no, mi terquedad me ata a esta decisión de vida, que es compartir la vida con vos. Y te hablo abiertamente de mis miedos, considerando que es la única manera de detener esta maquinaria del horror que corroe aquello que nos alimenta más allá de la carne. Tampoco puedo evitar sentirme mortalmente idiota, como un gusano mezquino que no piensa, creo que es producto del apasionado candor de tus hondos besos o de la desinteresada necedad de mis abrazos, de la insistencia por entrar en la cripta donde pulsa tu verdadero ser. Quiero algo tan puro y transparente que puede resultar odioso, denso y caprichoso. ¿Qué quiero? Amor.
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