miércoles, octubre 19, 2016

LXI

   Ese viernes la murga la Buchaca nos invitó a hacer nuestro ensayo

 en la cantina del Peturrepe. La Buchaca iba a dar prueba de admisión para carnaval mayor porque el año pasado no clasificaron a la liguilla y necesitaban fondos, por eso organizaban un festival en su club de ensayo en el que iban a estar Cayó la Cabra, Martín Souza y Samba en Redó entre otros. Pero antes, ensayaba la Ternera. Dos horas de micrófonos gratis y de buen sonido, amén de el precioso lugar y la comodidad, habían unas 10 personas que nos veían por primera vez, por lo tanto su devolución aunque sea gestual sería de gran importancia para el grupo.
  Llegamos con mi primo unos 75 minutos antes de la hora pactada y en su camioneta tomábamos mate con gengibre, proyectaban el ensayo, hablábamos de la familia y por supuesto fumamos sendos caños. Caro fue la primera en llegar y con ella dimos una vuelta a pie por las inmediaciones ajustando cosas de puesta en escena y hablando de su fobia a las cucarachas. 
  De a poco la murga se congregó recostada sobre la reja del Peturrepe y nos reímos y calentamos las voces y sí, volvimos a fumar. 15 minutos más tarde estábamos probando los micrófonos para hacer lo nuestro. En resumen la murga sonó bien  no obstante al cantar cosas con poco ensayo, los problemas de afinación grupal se hacían sentir. Probé los enganches que había definido con el director horas atrás, me sentí cómodo aunque un poco apurado ya que el Negro y Sol me habían hecho sentir que me demoraba mucho y que el espectáculo se caía un poco. En la segunda vuelta demostré que el texto nuevo era ágil y sintético pero me apuré un poco al ejecutarlo. Igualmente fue un detalle y cuando cantamos la retirada completa, se desprendieron dos cosas fundamentales, una la que mencioné antes de la afinación y otra que era una canción de poder. Era imposible no sentir el vibrar de los presentes y las sonrisas de gusto en sus rostros cargados de miles de carnavales. 
   Salimos del la cantina cantando la bajada y culminamos en el acorde final parados en ronda en medio del patio frontal del Peturrepe, donde varios miembros de Cayó la Cabra tuvieron la deferencia de aplaudir y saludar el final de la actuación de la Ternera. 
     Puedo decir que ahí empezó la Bacanal. Yo hacía ya un tiempo que no tomaba alcohol con tanta frecuencia y sus efectos, ante una sensible pérdida de tolerancia se presentabamantes de lo que estaba acostumbrado y la cantidad necesaria de alcohol para ponerme en modo fiesta, era a decir verdad, bastante baja. Sin importar esto, mis compañeros a quienes igual que yo la adrenalina exacerbada su actitud murguera y los vasos empezaron a salir de un modo dramático. Todos me convidaban y me alentaban a tomar, internamente me contenía bastante ya que casi nunca tenía un peso. Sin embargo a la una de la mañana yo estaba super puesto y la mezcla entre el faso, el alcohol y el cansancio divino del ensayo, desembocaba en un ánimo espectacular que derrochan algarabía y seducción. 
    En una vino un viejo de unos 67 años y se dirigió directamente a mí, en broma le dije mintiendo, que hablara con el Nico que era el dueño de murga, pero el viejo dijo no, contigo quiero hablar. Me sorprendió y lo mire fijo y con suma atención. Vos no podes tirarte a cupletear así. Estas muy apurado. Vos la memoria la tenes y el texto está bien pero no modulaste, en partes no se te entendía, cantando sos un animal, porque cantaste bárbaro y la rompiste, pero acá no tenes reloj, no te corre nadie. Vos tranquilo y jugá con la gente, cuando tengas un reloj adelante ahí apurate igual modulá más. Así comenzó en una reiteración cíclica en la que volvía sobre sus puntos una y otra vez. Apenas pude lo despedí con amabilidad y prometí, ya en serio tener en cuenta su recomendación. 
  Tomé un trago y bajo la luna casi llena que empezaba a copar el firmamento, comencé a pensar en ella. Quería que estuviese conmigo, al menos algunas veces, como esa. Su recuerdo se instaló de forma definitiva en mi madrugada y lo mismo sucedió a la noche siguiente, cuando la Ternera dio un breve espectáculo de canciones del repertorio actual y la Retirada del 58 de La Gran Muñeca, fetiche de mi primo el director, que junto a mí, éramos apasionados de la murga de los Mega.
    El sonido fue aborrecible, cualquier cosa similar a un retorno parecía ser un concepto totalmente por fuera de aquel escenario. Muy poca gente dado la temprana hora que nos tocó, en parte debido a que más tarde, en Foemya, tocaban los Ladris de la Salsa y tres de nuestros compañeros eran parte de la banda y debían partir lo antes posible del Chulo. 
     Fue una buena instancia para apreciar los arreglos que la murga tenía bien incorporados ya que al carecer de retornos, cada cual cantaría de memoria lo que tuviese aprendido. Fue una buena actuación. Había 2x1 de cerveza y nuevamente el ala alcohólica de la Ternera se ponía al hombro el cuadro y ahora salían cargados de vasos. Mati, Marcelo y la Maga tenían un ánimo de fiesta que se les salía de la vaina, en un momento había más vasos que gente en nuestra ronda y vatios andaban con dos vasos a la vez. Pienso en ella. La respiro, la siento como una cortina de lluvia paseando en silencio por mis venas.
     Siguiente sinapsis tiene lugar al ir llegando a Foemya después del Chulo. Hablamos en la puerta con Marcelo acerca de las dos anteriores noches en que pasamos por el club de la calle Amezaga, la primera de ellas fue el debut escénico de la nueva Ternera dónde debutaron 4 o 5 de nuestros compañeros y en la cual posteriormente nos fuimos cantando hasta el club Colombes la noche que tan triste y lleno de desasosiego dormí con B en a casa de Colón, las segunda fue aquella noche que la grilla sufrió un retraso de tres horas y yo fui acompañado por V. La tercer noche debería casi obligada, traer sucesos extraordinarios aparejados. 
   Circular laberinto que lleva a personas a subirse a las rejas. Vasos de plástico, tantos de ellos. Llegamos a la calle Agraciada con Maru, el Cabe, Marcelo y Mati. La alegría era imperante en medio de la 1 de la madrugada. Ingreso a Foemya y una hermosa pelirroja tocaba la guitarra y cantaba recibiendo a los invitados. Adentro el club explotaba y en un taxi cayeron la Maga, Sol, Horacio y las amigas de la Maga.
   Los baños y los fumadores bajo la lupa dan explicaciones al pedo y tal. Caracol cimarrón debajo del cinturón le da la espalda al murallón, de nuevo un balde de agónica distancia. Nosotros dos, anti héroes de épocas de gloria y dinastías derrocadas tras una marcha de tanques sin palabras, en medio de un amanecer cualquiera. 
     En el escenario tocaba un conjunto de percusión formado por unos 8 componentes que ejecutaban ritmos en extremo bailables con distintas piezas de percusión. Herencia afro entreverada con tendencia y pasajes de ritmos similares a lo que se conoce como electrónica, todo tocado con tremendo sabor y sompatia. 
   Guerra perpetua la de tu yo y mi vos. Trincheras de mariposa y desiertos entre esto y aquello, mi amor, por favor no lo hagas, por amor. 
    Serían unas cien almas las que bailaban con grandes sonrisas en las caras algo borroneadas por el porro y el alcohol. Labios alas de aviones, tu lengua, inmortal entidad detrás de esos dientes de fascinante hermosura. 
   No se a causa de que, pero los gurises seguian tomando alcohol de un modo frenético. Ah sí, cerveza y fernet 2x1 también en foemya, por eso fue que el Mati venía cada 3 minutos con dos vasos hasta la boca. Marce padecía una sintomatología similar y la Maga igual, en un momento la cantidad de vasos superaba a la de gente que conformaba nuestra comitiva y alguno volvía a andar con dos en la mano. La gente era tan linda que hasta la gente fea era linda en la claridad del fondo de la sede sindical. Dos tubos de luz situados sobre la puerta que daba a los baños, causaban un exceso de luminosidad que no colaboraba con la generación de un clima del todo apropiado para la bella música que sonaba, sin embargo la gente bailaba y yo estaba en medio de mi batalla contra su caballo de sombra, su silenciosa lejanía se disolvía en el fondo de mi pecho. Estaba bien. Permanecí sonriente y bailando mientras en las últimas grietas de mi apaleado corazón, ella silbaba armonías de un pasado reciente que se quedó con todos mis deseos. 
  Los Ladris subieron a tocar y en la gorra con los colores de Colombia que usaba el guitarrista, se iban mis suspiros de náufrago en su aroma, en el son de la salsa y el merengue que tocaban estaba el virus de sus dos ojos.
 Una profunda incomprensión se manifestaba con sigilo detrás de las líneas de bajo que tocaba el Masi, en un trance total. Yo la buscaba, queriendo permanecer a salvo de la inclemencia de la luna, que en la madrugada negra y peluda de av. Agraciada que era cómo una puñalada. 
    Mi primo y el Cabeza organizaban un cordero para el domingo a mediodía, así que a a las tres y poco partimos rumbo a la casa de los gurises. Me la llevé a las profundidades del sueño y desperté con ella por todos lados. Tenía una resaca importante a eso de las 9:30 cuando comenzó para nosotros el domingo, tercer día consecutivo en el que la murga se hacía de nuestras energías y esfuerzos. 
   Al rato cayó nuestro amigo el Pela que junto a mí primo y a mí, pusimos manos a la obra con el asunto del cordero. Cerca del fuego, su nombre abría cortes en mis pulmones y su mano era una flecha negra que cruzaba el cielo con las palomas, las golondrinas y los churrinches.
   El dia era estupendo y el sol le causó a mi primo, una bella quemadura en sus hombros. Sudamos todo el mal de la noche anterior en la tarea culinaria. El Pela se había dejado la barba, ahora sudoroso y con la remera atada en la cabeza parecía una especie de pirata del cordero.
   Mi cabeza iba a explotar, sentía una presión en el ojo que me incomodaba sobremanera, el anfitrión nos ofreció un trago y el Pela y yo nos servimos un generoso farol de un 12 años que mi primo jamás bebía, ya que era más bien un hombre de vinos. La resaca se desvaneció en seguida y en su lugar quedó un retoque casi digno del pedo de la noche anterior. A las 14:30 comimos el sabroso cordero y éramos unas 9 o 10 personas entre amigos y sus parejas. Los cogollos eran armados y fumados de forma ininterrumpida y para las 16:00 el fantasma de la siesta acechaba con fuerza bajo un sol picante que empezaba a ladearse hacía el poniente. 
    Restaba aún el ensayo abierto en el Millán y Raffo. Me di una ducha reparadora y con chancletas y bermudas le salimos en barra.
    La Ternera llegó casi toda junta con 20 minutos de aire antes de la hora pactada para el uso de el equipo. Nos congregamos por la calle Pondal frente al club de Háganse Cargo. Masi llevó una bolsa grande llena de frutas, comí unas 5 o 6 mandarinas antes de ingresar al predio. 
    Adentro, cantaba Pelala que va al Pan, la murga de mujeres en la que cantaba mi amiga Vanessa y cuando el Mago salió a llamarnos, me crucé con ella y nos saludamos con un abrazo.
   No teníamos batería, hecho que propiciaba en mi primo, el director, un importante malestar. Fue compleja y poco grata la tarea de ensayar dos horas a capella y en el desgaste ocasionado por la incomodidad, la resaca y la repeticion, el grupo mostraba su faceta más jodida: la convivencia. Estábamos bastante irritables y cada error repercutía en nuestro ánimo acompañado con sordas recriminaciones que acusaban en todas las direcciones. Las miradas iban y venían furtivas, el sonido era bueno, pero cantábamos frente a la larga pared lateral de una casona ubicada en el frente del predio, esto generaba un retiro de unos 20 metros entre los equipos y el paredón, desde el cual el sonido volvía a nosotros en un asesino rebote que trataba de desconcentrar a la murga y muchas veces lo lograba. 
   A nuestras espaldas los fondos del edificio de Casa de Galicia. Marce comentó que en ese momento había gente naciendo y escuchando la Ternera, muriendo y escuchando la Ternera o saliendo del CTI escuchando la Ternera. La idea me inquietó y permaneció en mi mente un buen rato.
    La jugada con el Mati se había vuelto algo áspera. No estábamos en el mejor momento de nuestro relacionamiento, me hizo dos anotaciones en un tono que no me agradó del todo, menos cuando él mismo no estaba en su punto de mayor afinación y cada vez que él le erraba, yo lo sentía en el tuétano, sufriendo aún más as veces que yo mismo fallaba.
    Sin embargo, el recuerdo de una piel me deslindaba de aquel ácido momento de inquietud, yo flotaba internamente en el satinado de sus labios y el escenario era sólo un soplo fugaz en el que la flor de mi sentir se abría ante el solo recuerdo de su compañía. Una cosa de locos. Cayó la noche en Sayago. Nos quedamos a escuchar el ensayo de Háganse Cargo y de nuevo la murga era una maravilla. Iban a dar prueba de admisión y se ganaron en la Ternera, un grupo de hinchas. Volvíamos entonces a la camioneta de mi primo. Él se iba a pasar su lunes libre a playa verde con su novia, el Cabe y otros amigos mientras que yo, pasaría la noche en su casa y al día siguiente me dedicaría con gran suceso a la recuperación de su descuidado pero realmente amplio patio trasero.
     En la puerta del club, con la noche nueva que se descolgaba fresca y primaveral sobre nosotros, otra vez descubrí la inmensa luna llena, amarilla y en todo su esplendor, remontaba el cielo de octubre rumbo a la madrugada. Yo seguía latiendo en la sinfonía de su ausencia, imaginando su cuerpo junto al mío y su cabeza, dormida en la inusitada calma de mi pecho. 

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