lunes, octubre 24, 2016

LXII

Llegué con mi primo a La Isla, el Pela venía con nosotros en la camioneta. Recién había empezado a llover. En la puerta de la cantina tocaba la batería de la Gran Muñeca, ensayaban bajo el toldo. Nos saludamos. Fuimos adentro y me compré una grapa. Raúl, el cantinero me la sirvió y le pregunté si en una de esas no tenía algo para el dolor de cabeza. No dijo nada, era un hombre bastante seco, pero evidentemente tenía un gran corazón. Vino con un blister de analgésicos y me dijo que me clavara dos. Eso hice, a los quince minutos estaba un poco mejor.
   Al ratito salieron los murguistas a hacer su descanso del ensayo. Fuimos saludando a todos y ellos se veían alegres de que por más frío y lluvia, nosotros los hinchas estuviésemos ahí. Fumamos una flor con ellos. El Toro, su director se aproximó por detrás mío y saludó a mi primo, que era a su vez alumno suyo. Yo estaba de capucha y no me reconoció. Qué pasó?  Le dije. A mi no me saludas? Qué soy, invisible?. Uy no te ví, perdoname, con la capucha y afeitado no te reconocí. Qué mal, Toro, dije con una falsa mueca de decepción, pensé que eras diferente. Pasa que no saludo a la gente que no conozco, me dijo y acto seguido se aproximó a dos chicas que estaban ahí en la puerta. Hola, como están? Soy Andrés dijo, gracias por venir y me miró con aire socarrón. A los dos minutos volvió y se quedó hablando un rato con nosotros. 
   Recién vinimos de ensayo abierto en la experimental, dijo mi primo. Como les fue preguntó el Toro, les rindió algo? Este, respondió mi primo, señalandome con la pera. Ah mirá, cantando? Si, cantando también, pero la hizo de goma cupleteando. 
    Tenía razón. La instancia de un ensayo abierto de hora y cuarto en la escuela experimental de Malvín, estaba prevista en el reglamento del encuentro Murga Joven, allí varios monitores darían sus devoluciones técnicas y artísticas a las murgas participantes y ese jueves 20 de octubre La Ternera tenía segunda hora para la actividad, 20:15.
   Mi día comenzó muy temprano en la casa de mi hermano Gabriel. De ahí partí rumbo a ciudad vieja a realizar un trabajo que llevaba ya algunos días. Se trataba de un enorme establecimiento reciclado pero muy sucio en todo sentido. Trabajamos arduamente. Ese día se me consumió en dos tareas básicamente, la primera fue desmanchar una inmensa pared revestida de alargadas piedras lajas rectangulares que los pintores habían dejado totalmente salpicada de enduido y pintura. La segunda fue limpiar unas luminarias de aluminio todas marcadas con dedos. La tarea me costó tal vez dos horas de trabajar estirado con el brazo en alto y la vista fija en los tubos de luz. Cuando llegaba la hora de salir mi cabeza se partía de dolor y el mal humor que esto ocasionaba me alteraba sobremanera. 
   La idea era salir a las 19:00 y tomar un bus a Malvín, llegando allí con 20 minutos de aire antes de la hora pactada para la actividad. Pero eran 19:30 y me restaba cambiarme la ropa de trabajo y hacer cambio de 1000 pesos.
    19:50 me cae un mensaje del Cabeza preguntando la causa de mi demora. Yo estaba parado a la puerta de la ciudadela y mi única opción era tomar un taxi. Eso hice y el vehículo,  gambeteaba por la avenida Rivera y el contador de fichas me escupía en la cara el presagio de in importe descabellado. 
    Bajé del taxi en la calle Michigan y corrí a la entrada de la escuela. En la puerta había otros dos monitores a quienes saludé y me preguntaron si era de Se Mamó. Les dije que sí y uno de ellos sacó su celular y me mostró la hora. 20:15. Corrí escaleras arriba y al entrar al teatro la murga estaba ya parada en el friso y el director, mi primo, daba indicaciones de último momento. El micrófono de la punta izquierda me aguardaba bajo un ray de luz blanca. Lancé la mochila sobre un asiento de primera fila y apenas pude saludar brevemente a mis compañeros de cuerda antes que el director diera la cuenta antes de la clarinada. El sonido era muy bueno. Y la murga se notaba ensayada y tranquila. Todos disfrtuamos ampliamente. Me tocó pasar al frente a hacer mi monólogo y para mí total sorpresa las 50 o 60 personas que asistieron disfrutaban, festejaban y se reían de mi ejecución, francamente me llenaba de alegría y felicidad y más me solté y la retroalimentación con el público se intensificó todavía más. 
    La retirada se dio de forma un tanto trancada pero rindió y contábamos con la tranquilidad de saber que aún nos quedaba una segunda pasada tras la devolución de los monitores. 
   Los aplausos sonaron sinceros y cálidos, llenando el auditorio en un ritmo que sabía definitivamente a una pequeña victoria sobre la muerte y el olvido. 
   El Toto, letrista del Queso Magro y el hijo del Flaco Castro,  histórico segundo de la Falta y actual cantante de Pantrar en Calor se subieron a escenario para darnos devolución, detrás de ellos subió también el Mago y palmeandome la espalda tomó asiento detrás mío a la voz de bien Nando, bien ahí.
    Se sentía en la ronda de mis compañeros, una curiosa ansiedad que cernía silencio y rigor en nuestra caras a la espera de lo que tenían para decirnos. El primero en hablar fue el Toto, nos dijo: está buenísimo el espectáculo, muy muy buenas las letras, ingeniosas, creativas muy rendidoras. La parte de los monólogos muy buena, nos matamos de la risa, con un mensaje muy interesante además, re bien ejecutado, los felicito. La señorita ahí (señalando a mariana) canta muy bien, muy bien, se puede dedicar a eso perfectamente. El cuplé de los valores, tremendo. Y otra cosa que está bien lograda es la fusión que hacen entre el estilo más moderno de la murga y el de la murga de antes, la murga de siempre, eso es una pegada, porque combinan elementos típicos de un estilo bien moderno con frases y poéticas más tradicionales, pero fusionan de una manera re natural que la da un sello de identidad bastante particular y que está bárbaro. Después hay cosas para corregir pero muy pocas, puesta en escena es una, se la tienen que creer más, decae un poco las salidas de escena. Aguanten más el personaje, arriba del escenario creansela en serio, porque así la gente también lo cree. Es re importante eso. Después la batería tocó por momentos un poco fuerte demás y quedaba demasiado presente, la musicalidad de la murga estuvo sensacional, el director ahí tiene que practicar un poco más los pasajes entre canciones porque son muchas y con permanentes cambios. Tienen muy buenos solistas, tremendos. En alguna parte el coro no llega a acompañar del todo, pero buen rendimiento igual. Nos encantó, estuvimos todo el tiempo pendientes de que iba a venir después y así, los felicito y sigan laborando.
    El hijo del flaco, Felipe, después de eso nos dijo: complementando un poco lo que decía el Toto acá,  los quiero felicitar porque está muy bien el espectáculo, las partes cómicas hacen reír mucho, están muy bien ejecutadas, se la tienen que creer más, la primera música de la retirada, con la canción de Nestor es un gol, me encanta esa canción y los muchachos se complementan muy bien en el dúo, emociona, tiene varios pasajes, cambia de colores, de climas, de texturas el coro tiene que estar más atento a los cambios e interpretarlos más marcados, es importante eso porque sino puede perderse la energía entre una música y la otra. La parte de los maniquíes hay que pulirla bien porque tiene potencial en pila y esta buenísimo como cambia el final del cuplé a un tono acusador, de denuncia que es bien interesante y funciona pila. Fuera de eso como decía el Toto tienen que creerse más todo, creanlo, vivan de verdad lo que cantan porque de por sí transmiten mucho y tienen que explotar más esa fortaleza porque se van a sentir mejor y van a comunicar mejor los textos que están bárbaros, los felicito y a seguir trabajando.
     Se bajaron del escenario y nosotros nos quedamos, vibrantes y llenos de bríos al escuchar tan alentadoras devoluciones venir de referentes de relevancia de la murga actual. Varios compañeros con amplias sonrisas me felicitaron antes de ocupar de nuevo el friso y arrancar la segunda pasada de ensayo. 
     Arranca la clarinada pero esta vez mucho más relajada y afianzada que la primera vez. Mi sólo lo gocé de verdad y lo ejecuté correcta y emocionadamente, nuestra actitud escénica creció un montón y la murga estaba suelta y bastante precisa ahora y la gente no demoró en responder de un modo infinitamente más cálido. Un hombre adulto de unos 60 años y muy calvo, sentado en tercer fila festejaba todo y tenía un gesto grandilocuente para todos los remates y pasajes poéticos. Al fondo los dos monitores parecían estar disfrutando de verdad de la actuación a pesar de acabar de verla.
    Me volvió a tocar hacer los enganches cómicos y esta vez no hubo sitio para la timidez y me lancé a pleno sobre un público que más que la primera vez se arremolinaba en sendas carcajadas y aplausos. Toto y Felipe se descotillaban de risa, mucho más que la primera vez y tras finalizar las dos partes mías, recibí aplausos que me llenaron de agradecimiento. 
   Después nos bajamos cantando y el teatro entero ovacionaba a la Ternera que cantaba con el alma. A la salida el ánimo había crecido de modo increíble y las amplias sonrisas de mis compañeros hablaban de la fe, la satisfacción y el compromiso renovado por alcanzar nuestra meta de llegar a cantar en el teatro de verano. 

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