lunes, octubre 31, 2016

LXV

  Idiota. Por vos puse en la línea de apuestas lo más íntimo de mi corazón y tu ruleta siempre estuvo trucada. No me pude dar cuenta que siempre vas a jugar con el viejo truco de andar por la sombra y aunque yo sea la sombra, mi vaga luz nunca te iba a broncear la piel. En tu laberinto libertino de pretensión bondadosa, me quedé pagando los platos rotos de la eternidad de tu abrazo, siento el rechazo como un flechazo, la distancia como el tiempo y el olvido que rechacé a manotazos viene ahora inexorable por la ribera de las alucinaciones clausuradas.        Decías que te entregaste como nunca, me imagino cuanto te habrás entregado antes entonces. No me leas más. Andate por la noche cagada de estrellas. Bajo la luna nueva andate a la mierda hacia el delirio errático de tu orgullo. Yo tranquilo, aunque a cada rato esa pequeña brisa me traiga tu aroma y tu paz, voy a la batalla, con los fusiles de mi poesía, me voy al mar sin señales de no hablarte nunca más.  Porque finalmente comprendo que valgo mucho más que la la validez que me daban tus besos, que soy mucho más hombre de lo que sentía ser cuando te buscaba afiebrado en las noches repulsivas del deseo y la avidez de tu cercanía. Soy más que la libertad de tu vino y que esa risa inmensa que me producía acostarme en tu alfombra a zambullirme dentro de tus ojos confundidos. Tu mirada quebrada de dudas y temores y rechazo y amor y la piel que se te eriza y las botellas de agua al amanecer y que el hombre luminoso que te tomaba la mano en la brevedad del carnaval. Valgo mucho más que la alegría loca e impúdica de la madrugada junto a vos. Soy más que la infinita felicidad de caminar con vos por avenida Italia, que el escondrijo secreto de las cacharpayas y que el milagro repetido de la lluvia.
   Casi me robás el sentimiento de bienestar que da el sol de la tarde, casi te quedas para siempre con la emoción hermosa que me da el olor de la madreselva, a penas pude rescatar de las garras del naufragio las canciones que te canté, las murgas y las retiradas de la Trasnochada, me llevo aunque mal herida la canción final de las Cabras del 15, todas moretoneadas y sangrantes quedan por mi cabeza las canciones de los redondos. Pero lograste arrebatarne el gusto por el vino, te quedaste con la antena del canal 10, con la felicidad de los tambores, me robaste la capacidad de mirar los ojos y sentir que cerca tuyo todo iba a salir bien.    Tu nombre duele, tu recuerdo lastima el retrato del sol y casi te quedas con la luna, aunque en desgarradora batalla me llevé su brillo lastimado al hombro. Gozo ahora del sol de Octubre y abandono con un dejo de tristeza la esperanza de abrazarte y pintarte la cara al bajar de las Duranas el día del concurso. Dejo acá el sueño de irme con vos del teatro de verano en diciembre, el milagro de a tres de tener una hija, dejo por el camino y con aguerrido dolor el sueño de volver a tu vereda y de seguir luchando y peleando por un futuro juntos. 
    Se va la murga, sigue su corso metafísico por la avenida de la vida hacia el despertar definitivo de la muerte, se va, pintando por la noche el consuelo de ya no ser el que reciba tus besos y tome con bestial ternura el resultado de tu íntima humedad, el fuego sagrado de tu orgasmo. Se va la murga. Perdiéndose para siempre la posibilidad de volver a regresar. Porque su color se diluye en la sarta de arrogantes apremios y desafíos vacíos que planteaste en nuestra despedida. Me voy. Me voy para no volver al sueño de tu playa, a la esperanza de hacer dibujos en la arena pegada a tu espalda. Lloré, grite en la infidelidad de tu espejo maldiciendo la suerte de vivir en líneas paralelas, no dormí pensando en vos, desperté pensando en vos,  corrí por la tarde de la plaza Independencia buscando el rastro de tu perfume pero ahora se va. Se va la murga hacía un carnaval que no nos volverá a reunir ya jamás. 
   Suelto la culpa de ya no ser, me reembolso el cariño que te di. Me llevo mis promesas que con renovado amor entregaré a otra mujer, porque sin dudas entre todo lo que te quedaste, no pudiste robarme el impulso de volver a enamorarme. Voy a volver a amar y seguramente crecerá en mi derrumbado palacio de flores, mas fuertes y altas enredaderas de entrega y pasión y de abierto sentimiento de pertenencia. La próxima vez me aseguraré primero que la persona cuya esencia sea como un rayo que me parta la vida a la salida de un concierto tenga el coraje y el amor de tomar mi mano más allá de la dura realidad de cualquier circunstancia.
   Me voy, hacia siempre, hacia nunca más, me voy hacía mi mismo y hacia todo lo que crecerá detrás del silencio putrefacto de tu fingida superación. Se va la murga, se perderá fuera de tu alcance, porque tus manos no fueron lo suficientemente grandes como para evitar que todo mi amor se cayera al río infinito del tiempo. Se va la murga. Adiós....

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