Ésta madrugada voy a enfrentar mi miedo primigenio a los aviones. Hasta ahora solo he tenido el tiempo de sentir una ligera ansiedad al imaginar las montañas solitarias en su ferocidad, aparentemente anestesiadas por la altura. Sin embargo ahora que tomo un café en la soledad de mi cuarto, me apremia la certeza del despegue. Lejanamente algunos perros se mezclan con el canto de las aves y creo entender que es buen momento para aplicar lo poco que he aprendido sobre la serenidad del espíritu. Confieso no sin somnolienta maravilla, que mi excitación es intensa y que contrario a lo que suponía, me siento abrazado por una confianza que rara vez ha visitado mi estadía en este mundo. Amaga con salir el sol entre las nubes.
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