Inicia nuevamente la hora en la que el glaciar se vuelve cielo y la torcaza en el naranjo, recitando de memoria su tímida invitación de siesta va a vivir ahora sólo como un eco del ayer. Negra la tierra sobre la tumba, volará hacia el verde iluminado por el sol, lentamente hasta volverse último brillo del mediodía. Un piano va a querer ser viento y una guirnalda marchita por el invierno, se va a soñar orquesta o milagro en medio del silencio. Por supuesto se oyen ladridos que anticipan la noche, hoy, mucho mas temprano. Allí en el cante nunca para la música del caribe, la luz quieta es parecida al swing caderoso y monumental del baby bass. Se cerró un intimo batallon de penas, se puso cadena en la tranquera de esperarla despierto. Sin embargo hoy mismo me acorralaron las pesadillas y embotado en somnoliencia he luchado por mantenerme a flote en la vigilia, sabiendo que el mal sueño me esperaba intacto. Dos o tres veces me ganó la pesadumbre y comprobé con pánico previsto que la pesadilla no iría a ninguna parte, asi que me levanté de la cama. Era temprano.
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